El estalinismo producto de la vieja sociedad
El estalinismo producto de la vieja sociedad
El estalinismo no es una “dictadura” abstracta, es una enorme reacción burocrática contra la dictadura del proletariado, en un país atrasado y aislado. La Revolución de Octubre eliminó todos los privilegios, declaró la guerra a la desigualdad social, sustituyó la burocracia por el gobierno de los trabajadores, suprimió la diplomacia secreta y se esforzó por dar un carácter transparente a todas las relaciones sociales. El estalinismo restauró las formas más ofensivas de los privilegios, dió a la desigualdad un carácter provocativo, ahogó la actividad espontánea de las masas por medio del absolutismo policiaco, hizo de la administración un monopolio oligárquico y regeneró el fetichismo del poder en formas que la monarquía absoluta no se hubiese atrevido a soñar. La reacción social, en cualquiera de sus formas, se ve obligada a ocultar sus fines verdaderos. Cuanto más brutal sea la transición de la revolución a la reacción, más depende la reacción de las tradiciones de la revolución; es decir, más teme a las masas y más se ve forzada a recurrir a la mentira y a la falsificación, en la lucha contra los representantes de la revolución. Las falsificaciones y los juicios estalinistas no fueron el fruto de la “amoralidad” bolchevique; no, como todos los acontecimientos importantes de la historia, fueron el producto de una lucha social concreta, la más pérfida y cruel que exista: la lucha de una nueva aristocracia contra las masas que la elevaron al poder. Se necesita, en realidad, una total indigencia intelectual para identificar la moral reaccionaria y policíaca del estalinismo con la moral revolucionaria del bolchevismo. El partido de Lenin dejó de existir hace mucho tiempo: se rompió por las dificultades interiores y por el choque con el imperialismo. Su sitio lo ocupa hoy la burocracia estalinista, que es un mecanismo de transmisión del imperialismo. En el plano mundial, la burocracia sustituyó la lucha de clases por la colaboración de clases y el internacionalismo obrero por el patriotismo. Para adaptar el partido dirigente a las tareas de la reacción, la burocracia renovó su composición, por medio del exterminio de los revolucionarios y el reclutamiento de arribistas.
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