La trampa cuántica: cuando la pseudociencia se disfraza de física y vende ilusiones

La trampa cuántica: cuando la pseudociencia se disfraza de física y vende ilusiones

 
 
En el circo moderno del pensamiento mágico, hay una palabra que se ha vuelto el comodín favorito de los vendedores de humo: “cuántico”. Basta añadir este adjetivo a cualquier frase —"sanación cuántica", "espiritualidad cuántica", "medicina cuántica"— para que muchos caigan rendidos ante una supuesta sabiduría profunda que, en realidad, no tiene absolutamente nada que ver con la física. Lo que estamos presenciando no es una revolución del conocimiento, sino un abuso deliberado del prestigio de la ciencia para envolver en un aura de legitimidad ideas místicas, mágicas y absurdas.
 
Uno de los principales arquitectos de esta farsa ha sido el médico indio nacionalizado estadounidense Deepak Chopra (n. en 1946), un gurú del “pensamiento positivo”, la autosugestión y las promesas de juventud eterna. Chopra, que alguna vez ejerció la medicina convencional, encontró su verdadera mina de oro no en los hospitales, sino en la “espiritualidad” lucrativa, propagando la noción de que "la conciencia crea la realidad", y que nuestras células obedecen nuestras creencias. Su mensaje es atractivo porque halaga el ego: nos dice que basta con pensar bien para sanar, rejuvenecer e incluso escapar de la muerte. Pero por supuesto, él mismo, a pesar de sus afirmaciones, ha envejecido como todo ser humano, porque la biología no perdona ni siquiera a sus falsos profetas.
 
La piedra angular de su discurso es la tergiversación de principios de la física cuántica, un campo complejo y altamente técnico que ha sido desfigurado para servir de soporte místico a ideas que no resisten el menor escrutinio. En lugar de utilizar la cuántica para entender la naturaleza a nivel subatómico, Chopra y sus acólitos la presentan como un oráculo esotérico donde “la intención” es más poderosa que el tratamiento médico, y donde supuestamente “la conciencia” puede alterar la materia a voluntad. Obviamente, si eso fuera cierto, no necesitaríamos cirugías, antibióticos, ni vacunas. Bastaría con “pensar positivo”. Es lo mismo que pasa con la oración, que según los creyentes, también tiene poder sobre el universo físico. Sin embargo la realidad, esa que místicos y religioso prefieren ignorar, nos golpea con cánceres, virus, envejecimiento y muerte, independientemente de nuestras creencias.
Pero este delirio no nació con Chopra. Ya en 1975, el físico austríaco Fritjof Capra (n. en 1939) sembró la semilla de la confusión con su libro “El Tao de la Física”, donde comparaba la física moderna con el misticismo oriental. Capra, a pesar de su formación científica, cruzó una peligrosa línea al afirmar que la mecánica cuántica validaba las visiones del universo de los antiguos sabios orientales. Según él, todo está interconectado en una red cósmica que la conciencia humana puede experimentar como unidad espiritual. En otras palabras, el universo sería producto de una supuesta “Mente Cósmica”, una especie de “Dios” disfrazado de “principio cuántico”. Así, lo que debería haber sido una discusión rigurosa sobre la materia y la energía, se convirtió en un argumento encubierto para legitimar visiones religiosas disfrazadas de ciencia.
 
No obstante, esta clase de sincretismo pseudocientífico es peligrosa por varias razones. En primer lugar, confunde a la población. La mayoría de las personas no tiene formación en física, pero se impresionan con palabras como “entrelazamiento”, “colapso de la función de onda” o “no localidad”. Y los charlatanes se aprovechan de esta ignorancia para hacer pasar el misticismo por mecánica cuántica, y la superstición por conocimiento. Y en segundo pero muy peligroso lugar, alientan a los enfermos a rechazar tratamientos médicos efectivos en favor de “terapias cuánticas” que no tienen ningún respaldo empírico, lo cual es una crueldad disfrazada de esperanza.
 
Además, la idea de que la mente humana crea la realidad —una forma reciclada de idealismo espiritualista— contradice todos los descubrimientos científicos sobre la naturaleza objetiva del universo. El cosmos existía mucho antes de que aparecieran los humanos, mucho antes de que existiera una mente, y seguirá existiendo cuando desaparezcamos. No es nuestra conciencia la que moldea las galaxias, ni la que dirige la expansión del universo. Y tampoco hay ninguna “Mente Cósmica” gobernando las leyes de la física. Todas estas ideas no son más que teología disfrazada de física, un intento de volver a introducir a “Dios” por la puerta trasera del laboratorio.
 
El problema de fondo es que estas fantasías, igual que las religiones, ofrecen consuelo en lugar de verdad. Ofrecen sentido, aunque sea ficticio e ilusorio, en un universo indiferente. Sin embargo, los científicos no están aquí para vender consuelos. Están aquí para buscar la verdad, aunque sea dura, aunque implique aceptar que no somos más que un accidente cósmico sin ningún propósito trascendental.
 
No cabe duda de que la pseudociencia “cuántica” es una traición, tanto a la ciencia como a la razón. Es una religión con disfraz de física. Es necesario pues, desenmascararla, educar, exigir evidencia, y proteger a las personas de aquellos que lucran con sus ilusiones. Porque confundir términos científicos nunca convierte una creencia en conocimiento. Y repetir la palabra “cuántico” como si fuera un mantra, no transforma una mentira en verdad.
 
[Godless Freeman]
 
Publicado en facebook por: 

Ni Dioses Ni Religiones, el 19.6.25

 

 

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