El Estado agusanado (Manuel Cabieses Donoso)
El Estado agusanado (Manuel Cabieses Donoso)
|
29 nov. 2018
|
|
Chile
El Estado agusanado
A la ilegitimidad de origen de las
instituciones del Estado de Chile -que son el fruto de una
Constitución Política que impuso la dictadura-, se añade su
corrupción generalizada. Las Fuerzas Armadas y Carabineros, soportes
armados del Estado, encabezan el listado de instituciones corruptas.
Pero la fila es larga y abarca a organismos de gobierno, al
Parlamento, los tribunales, las municipalidades,
etc.
A pesar de su desprestigio la
institucionalidad se mantiene en pie por ausencia de una alternativa
popular que la desafíe y plantee los cambios democráticos que Chile
necesita. Sin embargo, construir esa alternativa demanda un esfuerzo
-y correr riesgos- que la clase política no está dispuesta a asumir.
Levantar desde la base social un movimiento por el cambio, no se
aviene con partidos que hacen del Parlamento –y lo mediático- el
principal escenario de su actividad. El sometimiento a la
institucionalidad heredada y el haber hecho suyo el modelo de
economía de mercado, derivó en la delicuescencia de partidos que
ayer fueron de masas como representantes de las clases trabajadoras
pero que hoy están en vías de
extinción.
Los sectores opositores a la
dictadura prometieron impulsar un proceso social y político para
convocar a una Asamblea Constituyente que pusiera fin definitivo a
la a aquel periodo. Pero ese compromiso quedó tirado en el camino
con muchas otras promesas. Esa traición impidió cerrar el ciclo
dictatorial. En definitiva, la obra de la dictadura se ha prolongado
otros 30 años con antifaz de
democracia.
El pueblo, desinformado por los
medios y cautivado por los vahos del consumismo, solo expresa su
descontento y desengaño en forma pasiva y dispersa. La indiferencia
política y la abstención electoral son expresiones de esa protesta
silenciosa. Pero la apatía ciudadana no amenaza la estabilidad del
sistema. Por el contrario, ayuda a domesticar las conciencias y
adormece el espíritu de lucha del pueblo.
El despotismo no solo implantó la
economía de mercado. También taladró los cimientos de una cultura
popular que se apoyaba en la solidaridad social. Esa cultura fue
reemplazada por una que se basa en la exaltación del individualismo
y en la resignación de los rehenes del endeudamiento y de la
precariedad del trabajo. Luchar por cambiar esta realidad demanda
una revolución cultural. Una tarea de profundo significado social y
político. Es en el terreno de las ideas donde la Izquierda sufrió su
peor derrota.
La dictadura realizó una revolución,
quizás la más profunda y regresiva de la historia nacional. Cambió
los ejes económicos, políticos, sociales y culturales de la
república. En los hechos creó un país diferente cuyo destino es
alimentar –hasta el agotamiento- la economía mundial con riquezas
naturales y mano de obra barata. El derrotero histórico de Chile que
avanzaba a su plena soberanía e independencia fue clausurado en
forma violenta en 1973. La industrialización y diversificación de
exportaciones, la minería nacionalizada, la reforma agraria, la
banca estatizada, los salarios, pensiones y viviendas dignas, la
salud y educación pública, etc., fueron borrados de un plumazo.
Chile pasó a manos de una oligarquía plutocrática que esquilma al
país con la complicidad de distintos sectores políticos. Los 18
millones de chilenos estamos sometidos al gobierno de una minoría
que impone la resignación de los
derrotados.
Sin embargo, la mercantilización de
las relaciones sociales y la destrucción de la solidaridad social,
generó la corrupción de las instituciones. El neoliberalismo produce
el delirio del enriquecimiento sin límites. Todos quieren tener más,
sin importar cómo. Las personas valen por lo que tienen, no por lo
que son. Paradigmas de esta época no son estadistas, científicos o
filósofos. Son personajes como Jeff Bezos, fundador de Amazon, cuya
fortuna supera los 112 mil millones de dólares. La política
capitalista de destripar el planeta en que vivimos, produce el
cáncer de la corrupción que hace estragos en América
Latina.
Lo que no estaba previsto por los
actores de este periodo es que las instituciones traen en su seno la
semilla de la descomposición moral que caracterizó a sus autores.
Caso relevante es el ejército de Chile cuya corrupción sorprendería
si no conociéramos la escuela del latrocinio de Pinochet
(1).
Con una institucionalidad agusanada
por la corrupción –pero que no se desplomará por si sola-, es
urgente iniciar la recomposición de fuerzas del campo popular. Los
movimientos sociales corren el riesgo de agotar sus movilizaciones
si no se orientan a crear el instrumento político que permita
alcanzar el poder. Hay que trabajar en la base social un programa
mínimo que recoja las demandas más importantes de trabajadores,
pensionados, mujeres, estudiantes, pueblo mapuche, defensores del
medio ambiente, etc. El combate a la droga –que en Chile se ha
convertido en un flagelo social vinculado a la corrupción de
policías y tribunales- debería ocupar un lugar destacado en el
programa unificador.
En esa tarea tenemos enorme
retraso.
La institucionalidad está
resquebrajada. Es el tiempo de la alternativa popular. Su ausencia
deja el campo libre a la aventura y a la
demagogia.
MANUEL CABIESES DONOSO
28 de
noviembre.
(1)
Los tribunales han comprobado –hasta ahora-
que Pinochet amasó en forma ilícita una fortuna de 18 millones de
dólares.
(2)
Comentarios
Publicar un comentario