Entrevista con Lamia Oualalou: ¿Por qué crece el evangelismo en Brasil y qué consecuencias políticas tiene?
Entrevista con Lamia Oualalou: ¿Por qué crece el evangelismo en Brasil y qué consecuencias políticas tiene?
por Eduardo Febbro //
Brasil fue la cuna de uno de los
movimientos eclesiásticos más puros y universales que se hayan conocido:
la Teología de la Liberación. A su cabeza, como teólogo substancial de
esa corriente, estuvo Leonardo Boff y, dentro de la Iglesia Católica, el
obispo Hélder Cámara, quien solía decir: “Si le doy de comer a los
pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres
pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. Boff y
Cámara han sido reemplazados, hoy, por una corte de pastores evangélicos
de perfil liberal, millonarios como Edir Macedo, el Obispo de
la
Iglesia Universal del Reino de Dios y dueño de poderosos medios de
comunicación
El movimiento evangélico se ha
convertido así en un eje político y moral del país. Sin él, Jair
Bolsonaro no se hubiese izado a la segunda vuelta de la elección
presidencial en condiciones ideales. La historia de escenografías dignas
de una ficción delirante y del método con el cual los evangélicos
tejieron su poder dentro de Brasil está narrada por la periodista
franco-marroquí Lamia Oualalou en un libro cautivante y preciso
publicado en Francia por las Editions du Cerf, Jesús t’aime, (Jesús te ama). Especialista de América Latina, la periodista (que escribe en Le Figaro, Mediapart, Europe 1, y Le Monde Diplomatique)
indagó en el territorio plural de los evangélicos y su investigación
aporta un pieza clave para comprender qué pasó, cómo los evangélicos se
arraigaron en las zonas más pobres del Brasil y cómo fueron penetrando
todos los sectores de la sociedad mientras la Iglesia Católica y la
izquierda brasileña se alejaban de ella.
Con el paso de los años, desde las bases
y con una narrativa basada en la “teología de la prosperidad”, los
evangélicos se volvieron una presencia común en las favelas, un apoyo
cotidiano y estructurado para millones de pobres. Al mismo tiempo
desarrollaron una imponente red de medios de comunicación. Expandieron
su doctrina, sus valores, su grito de guerra, Jesús Te Ama, y sus
prohibiciones: se toma Juda Cola y no la otra.
Lejos de las síntesis apuradas y
folclóricas, la investigación de Lamia Oualalou es un retrato fresco y
profundo de una particularidad brasileña cuya dimensión no siempre se
tomó en cuenta. No es un azar que en 2010 un notorio evangelista ligado a
la Iglesia Universal, Marcelo Crivella, se convirtiera en el alcalde de
Río de Janeiro. El principal país católico del mundo, aquel donde, en
su gran primer viaje, el papa Francisco movilizó a millones de personas,
es la tierra prometida de un evangelismo ultraconservador.
El movimiento evangélico le ganó al papa
y, como lo demuestra la autora de la investigación, también al Partido
de los Trabajadores (PT) y al resto de la izquierda brasileña que se
concentró en los núcleos urbanos y desatendió las periferias donde
prosperan la marginación, la pobreza, la violencia y la soledad social.
Este libro cautivante corre el telón de un país que se volcó al mensaje
evangelista y sus propuestas redentoras cuando el Estado lo abandonó.
Bolsonaro no habría llegado a
encontrarse a un paso de la presidencia sin el respaldo de los
evangélicos. Estos derrotaron al PT en los templos bastante antes de las
elecciones. ¿Cuál es su visión de este hecho?
En Brasil hemos visto la consecuencia
directa de la influencia evangelista en las elecciones después de que
los pastores más importantes llamaran a votar por Bolsonaro. Hoy tenemos
una buena parte de la población brasileña que no solo es evangélica
sino que también sigue lo que le dice el pastor. Esto ha tenido y tendrá
un impacto muy complicado porque el PT no sabe hablar con los
evangélicos. Ese ha sido uno de los grandes errores que ha cometido en
el pasado. Bolsonaro entendió muy bien cómo hablar con ellos. Su mujer
es evangélica pero él no.
Bolsonaro aceptó toda una parte del
circo evangélico: pidió a un pastor que lo bautizara y acude con
frecuencia a los actos evangélicos. Y como la izquierda abandonó en
muchos sentidos a los pobres, estos se fueron cada vez más a la derecha.
En este momento de crisis y de miedo él viene con este discurso de
orden, de matar a los bandidos. Está además el trabajo de diabolización
del PT que los pastores supieron hacer muy bien.
El discurso que se escucha en los
templos consiste en decir que la crisis y la recesión se deben a una
intervención de satanás, y ese satanás es el PT. El diablo hizo que la
prosperidad económica terminara. Presentan al PT como si fuera un
partido muy radical cuando en realidad es de centroizquierda. La gente
aceptó una retórica que nada tiene que ver con la realidad. Por otra
parte, los evangélicos trabajaron el tema de los medios de comunicación.
La segunda televisión del país es de propiedad de Edir Macedo, el
obispo de La Iglesia Universal. Macedo puso todo su aparato mediático al
servicio de Bolsonaro. La noche del último debate antes de la primera
vuelta no fue al debate, pero la televisión evangélica difundió una
entrevista con él. Fue una guerra abierta usando todos los medios
evangélicos. La gente solo escucha la radio evangélica, ve la televisión
evangélica, participa de los grupos evangélicos de Facebook y WhatsApp.
La gente vive confinada en ese mundo. Y claro, viven en ese círculo
porque los partidos y movimientos progresistas, el PT por ejemplo,
desampararon a esta gente. Al final, lo que ocurrió es que se cortaron
los puentes para dialogar con la gente humilde.
El PT intenta, a la apurada, acercarse a
ese electorado, pero para la gente que cree en el discurso del pastor
ya es tarde. Lo que habría que hacer es desconstruir la imagen de los
pastores y demostrar que la mayoría de ellos son bandidos, que son las
principales fortunas del país. Pero esto no se lleva a cabo en un par de
semanas. Lo que habría que hacer es volver a hablar con toda esa gente,
pero no de la Biblia como lo están intentando hacer sino de lo que más
importa en la vida del brasileño: una educación mínima, una acceso a la
salud, volver a tener farmacias populares que den remedios gratuitos,
tener un salario mínimo. Esa es creo la única manera de recuperar una
parte del voto evangélico. El poder de Bolsonaro va a depender mucho del
poder de los pastores evangélicos.
En su investigación queda muy
claro que esta expansión del evangelismo es una consecuencia de la
ausencia crítica del Estado así como de un alejamiento de la Iglesia
católica y de la izquierda de los sectores populares. El evangelismo
progresa en varios países.
Hay una expansión decisiva del
evangelismo en América Latina. En México, los evangélicos desempeñaron
un papel en la elección de Andrés Manuel López Obrador, aunque no fue
tan importante. En este país la organización política de los evangélicos
todavía no está establecida y los católicos siguen acudiendo a la
Iglesia. Pero también se desarrolla en Argentina, en Colombia y en
Chile, y en América Central. Para explicar esto hay que resaltar que
hubo varios movimientos que se produjeron al mismo tiempo. Por un lado,
poco a poco, la Iglesia Católica fue desapareciendo de los lugares más
populares o nunca estuvo como pasó en las nuevas ciudades populares y
las favelas que se crearon con una velocidad enorme después de los años
70. La Iglesia católica tiene aquí un problema de presencia urbana: se
extiende solo en el centro de la ciudad. En Brasil, en las favelas y las
ciudades emergentes no hay centro. Entonces, por un lado la Iglesia
católica no entra. Por el otro, en ese mundo suburbano, pobre, con gente
oriunda por ejemplo del Nordeste que perdió el apoyo familiar y carece
de trabajo decente, no hay lugares de sociabilidad.
Cuando le preguntaba a la gente por qué
iba a la Iglesia evangélica, el argumento teológico no aparecía. De
hecho, lo único que existe es el templo evangélico: allí pueden cantar,
hacer amigos, dejar a sus hijos. No están presentes ni el Estado con
políticas públicas (salud, trabajo, educación), ni la Iglesia católica,
pero sí están presentes los evangélicos que suelen prestar algunos de
esos servicios. En los templos encuentran todo esto, o sea, un lugar de
respaldo. Por ejemplo, si alguien pierde su trabajo, la red se activa
hasta que consigue uno. Y si le hace falta comida le dan arroz. Los
evangélicos, en Brasil, ocuparon el espacio del Estado con el
consiguiente impacto cultural y político que ello acarrea. La gente vive
encerrada en ese mundo, todo el tiempo. Y esto pasa en parte también
porque los movimientos progresistas, los partidos de izquierda,
abandonaron a esta gente con un nivel de prejuicio muy alto. No hay que
olvidar que el PT está muy ligado con la izquierda católica.
En el caso de Brasil es tanto
más paradójico cuanto que fue el país donde nació la Teología de la
Liberación. Sin embargo, con la expansión del evangelismo y su modelo
liberal, se ha vuelto la cuna del evangelismo, al que usted define como
una “teología de la prosperidad”.
Fue la tierra de la Teología de la
Liberación hasta que el papa Juan Pablo II decidió acabar con eso. Se
dieron entonces dos movimientos paralelos: por un lado el Estado
desaparecía al mismo tiempo que la economía producía más precariedad, y
por el otro la Iglesia católica se alejó. La lógica de la “teología de
la prosperidad” es fascinante porque le dice al adherente de la Iglesia
que, básicamente, tiene derecho a todo: a la salud, a una buena vida
material. ¡Y eso ahora mismo y no en la próxima vida!. Y si no lo tiene
es solo porque no lo sabes exigir. Esto implica un cambio con respecto a
la relación con Dios: Dios tiene que darte eso y tú solo tienes que
saber pedírselo. Y para pedírselo debes formar parte del grupo
evangélico, pagar y rezar. Y al final, lo más interesante es que
funciona: cuando los evangélicos dicen “deja de beber y vas a encontrar
un trabajo”, la gente termina trabajando más y mejor y no está borracha.
La gente termina viendo que hay un impacto positivo en su vida, que
gasta menos dinero en alcohol o en ir al futbol y tienen, por
consecuencia, más plata. El pastor les promete mucho, mucho más pero la
gente pone sus necesidades a su altura. Traducen las promesas del pastor
de tener un Cadillac en un trabajo menos precario, en un crédito
inmobiliario bueno. Se lo creen todo aunque lo que obtengan sea mínimo.
¿La izquierda brasileña tampoco captó a qué correspondía exactamente la “teología de la prosperidad”?
No, claro que no y eso ha sido otra
tragedia. La izquierda interpretó la “teología de la prosperidad” de
forma muy básica. La vio únicamente como una adaptación del
neoliberalismo. Es cierto que hay una parte de consumismo y de dinero,
pero también las iglesias evangélicas funcionan con una fuerte lógica de
solidaridad. Hoy se pagan las consecuencias: lo que empezó solo con
Dios se convirtió en un enorme movimiento moralista, anti-PT,
anti-intervención del Estado. Sí, es cierto que los evangélicos están en
una lógica de consumo capitalista. No obstante, ese era el discurso de
todo el país y nadie fue contra eso. Incluso en los años de Lula se
decía:“ahora todos los brasileños pueden ser ciudadanos porque tienen
acceso a una tarjeta de crédito” (Guido Mantega, ex Ministro de
Hacienda). Y eso es precisamente lo que se dice en una Iglesia
Evangélica. Para mucha gente, los años de Lula le dieron más legitimidad
a la teología de la prosperidad. Ese discurso se apoderó de todo el
país. El evangelismo también es una forma de ascenso en la escala
social. Ni el trabajo, ni la política ni el sindicalismo se permiten a
esas personas.
¿Bolsonaro y los evangélicos han
sido entonces los actores de una doble victoria: la que obtuvieron ante
del PT y frente al papa Francisco?
Cuando vino a Brasil el papa Francisco
se dio cuenta de que tal vez era demasiado tarde. El problema era mucho
más grave de lo que el papa pensaba. Cuando les preguntaba a los
evangélicos qué pensaban de Francisco, muchos de ellos ni sabían quién
es Francisco. No estaban ni siquiera en contra él: ni siquiera sabían
bien quién era. Y estamos hablando del primer país católico del mundo.
Además, la derrota tiene otra dimensión: para no perder terreno, una
parte de la Iglesia Católica termina en muchos casos imitando a la
Iglesia Evangélica. En Brasil hay padres que los copian totalmente: si
vas a una Iglesia Católica un domingo no sabes si estás en un templo
evangélico o en una iglesia. Es todo el movimiento de renovación
carismática. El Papa odia a este movimiento pero tuvo que aceptarlo. La
única manera de cambiar la situación actual es con un trabajo de
terreno. Pero el problema es que el Papa está en Roma y la gente que
está en Brasil piensa lo contrario, fue puesta por los dos papas
anteriores (Benedicto XVI y Juan Pablo Segundo) y hoy no repercute lo
que ordena el Papa Francisco. Derrota también del PT, claro. La
izquierda brasileña dejó de atender a las poblaciones pobres. Encima la
campaña se articuló en torno a WhatsApp, detalle que el PT tampoco
entendió.
Los evangélicos trabajaron a la
sociedad cuerpo a cuerpo, sector por sector. Se expandieron en los
círculos deportistas, entre los actores, los surfistas, la policía, el
crimen organizado. Como lo haría una empresa comercial.
Los evangélicos tienen una visión de
marketing sobre la sociedad. De hecho no hay una Iglesia evangélica sino
muchas. Si mañana quieres ser un pastor, puedes. El único punto en
común entre todas las iglesias es la fuerte personalidad de los
pastores. A lo mejor un Lula hoy sería un pastor. Hacen una iglesia que
interesa a la gente que juega al fútbol, otra iglesia para los gays
porque están excluidos y es una población importante y hay que
atraerlos, otra Iglesia más rigurosa y una más permisiva. Esto termina
teniendo una fuerza increíble porque siempre acabas encontrando una
Iglesia a tu gusto. Por eso están en todo el país. Tienen entonces dos
estrategias: una de marketing y otra de penetración de los poderes.
Están en el aparato judicial, en la política (tienen 90 diputados), en
la policía. Si ves la página de la policía militar verán que una parte
de las ayudas sociales están organizadas por los evangélicos. Hasta son
mayoritarios en las cárceles. En Río de Janeiro, de las 100
representaciones religiosas que están presentes en las cárceles 92 son
evangélicas. Es impresionante. Al final, el Estado les da este derecho
porque ha perdido si capacidad de intervención. No puede llegar a los
lugares inaccesibles y los evangélicos sí. Esto les da un enorme poder.
Publicado por: http://elporteno.cl/2018/10/26/entrevista-con-lamia-oualalou-por-que-crece-el-evangelismo-en-brasil-y-que-consecuencias-politicas-tiene/?fbclid=IwAR30RhN4mTgrCNmpMGhhVy-1xzsoQOIW5kqBalx5Q1cmyxcp8nt4BXCQCWg
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