Una caricatura pobre: Fachos pobres
Una caricatura pobre: Fachos pobres
No es una idea nueva. Cada vez que la derecha gana una elección presidencial en los últimos años, buena parte de la izquierda chilena —herida y desconcertada— comienza a buscar explicaciones que la liberen de responsabilidad por la pérdida del poder ejecutivo. Y, como suele ocurrir en momentos de frustración, el chivo expiatorio aparece como un recurso cómodo para mitigar la angustia propia del sector.
Entonces surge la pregunta: ¿qué tesis sustenta que personas que se identifican con un proyecto de izquierda expliquen los resultados electorales a través de la figura del “facho pobre”?
El concepto es, en rigor, un producto del ecosistema digital: redes sociales, foros, opinólogos y humoristas. Se trata de una figura del espectáculo, una caricatura que pretende funcionar como tipología política: personas de sectores populares que adhieren a candidatos de derecha.
El fenómeno recuerda —en una escala diferente— la manera en que Hitler logró consolidar su poder. Tras el desastre de la Primera Guerra Mundial, parte significativa de la clase obrera alemana estuvo dispuesta a convertir a los judíos en su chivo expiatorio. Esa disposición afectiva, hábilmente amplificada por la propaganda nazi, permitió que el Partido Nacional Socialista se instalara como una fuerza implacable.
El mecanismo es conocido: cuando una comunidad experimenta crisis y frustraciones que se vuelven afectivamente insoportables, ciertos grupos reaccionarios pueden capitalizar ese malestar, señalar a los supuestos culpables y articular un programa que prometa respuestas inmediatas. Un programa que suele estar construido entre la demagogia, el populismo y la perversión.
En este contexto, ¿qué intenta decir realmente la categoría del “facho pobre”?
Apunta a un sujeto “pobre” —no empobrecido, no vulnerado— como categoría natural. Un “pobre” ajeno al capital cultural de las élites (universidades, museos, cine y ciertas formas de debate intelectual). Se le asocia a veces a iglesias evangélicas, otras veces a las pasiones desbordadas o al analfabetismo político. De ahí su supuesta proclividad a valores conservadores o securitarios, y por eso el adjetivo “facho”.
El problema de esta categoría es su brutal simplicidad. En cada momento de frustración política del progresismo aparece este síntoma: culpar al más debilitado. Así como parte del pueblo alemán terminó despreciando y persiguiendo a los judíos bajo el influjo del odio nazi, sectores del progresismo chileno terminan despreciando y ridiculizando, no a sus opresores, sino a los oprimidos. Esa es la operación mental y cultural que está en juego.
Wilhelm Reich —a veces marxista, a veces psicoanalista— sostuvo en Psicología de masas del fascismo (1933) que “las masas deseaban el fascismo”, movidas por un afecto primordial hacia la autoridad. Siglos antes, Étienne de La Boétie había argumentado algo similar en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Reich apela al deseo; La Boétie, a la voluntad. Pero cualquiera que haya amado o haya sido adicto sabe que el deseo desborda siempre a la voluntad.
Una izquierda mínimamente seria debería, al menos, comprender que las condiciones materiales e institucionales moldean los deseos sociales. En Capitalismo, deseo y servidumbre (2010), Frédéric Lordon explica que en el deseo del dominado es el dominante quien detenta la llave: es quien tiene la capacidad de ejercer un poder concreto en esta dimensión.
Desde esa perspectiva, la hipótesis del “facho pobre” no explica nada. O, peor aún, justifica la irresponsabilidad política y alimenta una pedantería corrosiva dentro del progresismo.
No existe el “facho pobre”. Existen personas empobrecidas, frustradas o precarizadas que desean una autoridad capaz de resolver sus problemas más urgentes. Esa autoridad puede ser un déspota habilidoso para capitalizar el malestar civil (Hitler o Kast), o puede ser una autoridad comprometida con atender ese malestar para construir un programa que beneficie a las mayorías.
¿Qué pretende hacer con esto la izquierda chilena?, ¿seguir buscando chivos expiatorios como lo hicieron los alemanes bajo el Tercer Reich? Ya se conoce el desenlace.
Entonces, este gran grupo del progresismo –o izquierda–, ¿con cuál objetivo está dispuesto a repetir esa misma actitud, tan pobre de análisis, una y otra vez? Probablemente sigan sin conseguir más que profundizar aún más la desafección de la izquierda institucional con la ciudadanía y los sectores más empobrecidos del país.
Ps. Fidel Lajara Erices
Secretario
CODEPU
Extractado de: https://codepu.cl/wp/2025/11/20/una-caricatura-pobre/?fbclid=IwY2xjawOP6N1leHRuA2FlbQIxMABicmlkETBhQjhaaEExcDJWUWJIOFpOc3J0YwZhcHBfaWQQMjIyMDM5MTc4ODIwMDg5MgABHpcXEkFH-5m0-l9gr9Bt1XCDX92kzvoNwQLIBUxBGypKaFB4zFcnzxcM2GCj_aem_f4pvgqx1aoulEngx8c9ilg
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