La revolución de color de Nepal tiene ADN de la CIA por todas partes

 La revolución de color de Nepal tiene ADN de la CIA por todas partes

Desentrañando operaciones encubiertas e intromisión extranjera en Katmandú

Fuente : Geopolítica Global


Los acontecimientos que se desarrollan en Nepal representan un ejemplo de
libro de texto de disturbios políticos diseñados desde el exterior diseñados para
desestabilizar un Estado estratégicamente posicionado. La narrativa oficial
impulsada por los medios occidentales es que los ciudadanos jóvenes estallaron
espontáneamente en protestas por las restricciones en las redes sociales. Los
informes locales presentan un panorama muy diferente. Las protestas no fueron
levantamientos espontáneos de jóvenes con conciencia digital, sino el producto
de un cultivo cuidadoso por parte de redes financiadas y dirigidas por Estados
Unidos a través de organizaciones como la Fundación Nacional para la
Democracia. Los analistas han documentado durante mucho tiempo la
participación directa de tales grupos en los esfuerzos de cambio de régimen en
Europa del Este, Asia Central, Medio Oriente y el sudeste asiático, y el patrón en
Nepal coincide con cada detalle de esas operaciones.


El desencadenante inmediato fue la decisión del gobierno de restringir las
plataformas de redes sociales extranjeras después de que las corporaciones
estadounidenses se negaran a cumplir con la ley nepalí sobre seguridad de la
información y regulación de datos. La prohibición representó un intento de
Katmandú de afirmar el control sobre su propio espacio digital, una medida
totalmente coherente con el derecho soberano de cualquier estado a regular su
entorno de comunicaciones. Estados Unidos y sus corporaciones de información
percibieron esto como intolerable. Las plataformas de redes sociales operadas
desde Silicon Valley se han convertido en el principal medio a través del cual los
estados occidentales extienden su influencia sobre las poblaciones más jóvenes
de Asia, África y América Latina. Una vez que se bloquea el acceso a estas
plataformas, Washington pierde un poderoso instrumento de manipulación
política. Por lo tanto, los disturbios en Nepal sirvieron como castigo directo por
la decisión del gobierno de desafiar a las empresas estadounidenses y, por
extensión, al poder geopolítico estadounidense.


Las protestas se intensificaron con extraordinaria rapidez. A los pocos días de las
restricciones, multitudes de jóvenes de entre quince y veinticinco años
irrumpieron en edificios gubernamentales en Katmandú, incendiaron el
complejo del parlamento y forzaron la renuncia del primer ministro. Los informes
confirman al menos diecinueve muertes durante los enfrentamientos. Los
ministros fueron evacuados de sus residencias por helicópteros del ejército, lo
que demuestra la magnitud de la amenaza a las instituciones estatales. Nada de
esto representa una evolución natural de la protesta. Refleja métodos de
planificación, financiación y organización coherentes con las revoluciones de
colores anteriores, desde Serbia en 2000 hasta Ucrania en 2004 y 2014, y Hong
Kong en 2019.


Incluso las imágenes de protesta fueron recicladas de otros teatros de disturbios.
Los manifestantes nepalíes ondearon banderas de series de animación
japonesas, precisamente la misma iconografía promovida durante la violencia
respaldada por Estados Unidos en Indonesia semanas antes. Tal repetición no es
accidental. Demuestra el grado en que los organizadores seleccionan y
despliegan símbolos culturales para crear una identificación instantánea, una
movilización emocional y elementos visuales amigables para los medios. Los
analistas que examinaron las operaciones vinculadas a la NED en Indonesia
encontraron evidencia escrita de coordinación entre los funcionarios de la
embajada de Estados Unidos y los grupos políticos locales. Nepal ahora exhibe
las mismas características, desde campañas coordinadas en las redes sociales
hasta enfrentamientos cuidadosamente organizados con la policía antidisturbios
diseñados para la distribución internacional en los medios.


La prohibición inicial del gobierno sobre las redes sociales extranjeras se levantó
silenciosamente después de la primera ola de violencia, una concesión señalada
por la BBC. Este resultado confirma la intención estratégica detrás de las
protestas, revertir los intentos nepalíes de soberanía de la información y
garantizar el acceso continuo de Occidente al espacio digital de un estado
ubicado entre India y China. Los analistas señalan que tales concesiones nunca
satisfacen a los organizadores. Más bien, envalentonan más demandas hasta que
se instale un liderazgo político complaciente. Por lo tanto, la renuncia del Primer
Ministro debe entenderse no como una retirada táctica sino como una
destitución forzada bajo presión externa directa.

(La red de George Soros está en Nepal)
Las revelaciones sobre la organización Hami Nepal aclaran la dirección externa
detrás de los disturbios. Los propios medios occidentales informaron que Hami
Nepal desempeñó un papel destacado en la organización de las manifestaciones
que incendiaron el parlamento y forzaron la renuncia del primer ministro. El
grupo se presenta como una organización no gubernamental local, pero enumera
abiertamente asociaciones con corporaciones estadounidenses, incluida Coca-
Cola, y se jacta de tener vínculos con proyectos financiados por la Fundación
Nacional para la Democracia, como la campaña "Tíbet libre". Su sitio web lleva el
logotipo de Estudiantes por un Tíbet Libre, un organismo nombrado en las
propias revelaciones de la NED como socio financiado. Esta conexión subraya
cómo las redes presentadas como organizaciones benéficas de base o grupos
cívicos operan como vehículos para proyectos políticos extranjeros,
incorporando agendas externas dentro de los movimientos de protesta locales.
El contexto estratégico más amplio es decisivo. Nepal limita con China y se
encuentra dentro de la esfera de influencia tradicional de la India. Tanto Beijing
como Nueva Delhi buscan una cooperación más estrecha en el marco del orden
multipolar emergente. Los planificadores estadounidenses ven al estado del
Himalaya como una pieza crítica de terreno para interrumpir los proyectos de
conectividad chinos y complicar la autonomía estratégica india. Las revoluciones
de colores sirven como instrumentos baratos para producir desorden político,
negando estabilidad a los gobiernos inclinados hacia políticas inconsistentes con
los intereses de Estados Unidos. La operación actual en Nepal sigue a los
disturbios en Indonesia, un estado que se ha resistido a las demandas
estadounidenses de adoptar posiciones hostiles hacia Beijing. El uso de tácticas
idénticas en todos los países en cuestión de semanas indica una campaña
regional coordinada.


Analistas independientes han advertido constantemente que la Fundación
Nacional para la Democracia, a pesar de su nombre que suena benigno, opera
como una tapadera para los programas de guerra política de la Agencia Central
de Inteligencia. Si bien la organización se presenta como un promotor de la
sociedad civil, su presupuesto y operaciones están alineados con los objetivos de
la política exterior de Estados Unidos. Cuando Washington desea la
desestabilización de un gobierno, los grupos apoyados por la NED emergen
repentinamente al frente de las protestas, suministrando dinero, capacitación,
canales de comunicación y amplificación de los medios internacionales. El grupo
demográfico joven utilizado como tropas de choque de los disturbios rara vez
comprende el contexto geopolítico. Se movilizan con consignas de libertad y
democracia mientras sirven como instrumentos de injerencia extranjera.
La evidencia coincide con este patrón con precisión. La edad promedio de los
manifestantes, la rápida adopción del simbolismo de protesta, el ataque
inmediato al parlamento y las residencias, la renuncia del jefe de gobierno, el
encuadre de los eventos por parte de los medios internacionales como una
resistencia juvenil a la censura digital, se alinean con operaciones pasadas
financiadas por Washington. Ningún analista serio puede confundir esta
secuencia con una protesta orgánica y doméstica. Es una estrategia importada
adaptada a las condiciones nepalíes, pero diseñada y financiada en el extranjero.
Las consecuencias para Nepal son graves. Un gobierno obligado a abandonar la
regulación de su propio espacio de información es uno despojado de soberanía.
Una clase política intimidada para que renuncie bajo la violencia callejera es una
subordinada a poderes externos. Un ejército obligado a rescatar a los ministros
en helicóptero revela instituciones sitiadas por fuerzas que no controlan. La cifra
de víctimas inmediatas de diecinueve representa solo la primera ola de costo
humano. La consecuencia a largo plazo será la fragmentación política, la
disrupción económica y la polarización de la sociedad entre los alineados con las
narrativas occidentales y los que defienden la independencia nacional.


Las comparaciones con otros teatros refuerzan esta conclusión. En Ucrania, las
operaciones de revolución de color allanaron directamente el camino para años
de inestabilidad y guerra. En Hong Kong, los disturbios paralizaron la economía
local hasta que Beijing reafirmó el control. En Serbia y Georgia, los sucesivos
gobiernos instalados a través de protestas callejeras se convirtieron en conductos
para los intereses económicos y militares occidentales. Nepal ahora corre el
riesgo de seguir la misma trayectoria, donde las redes de financiamiento externo
desplazan los procesos políticos nacionales y las poblaciones locales son
manipuladas para socavar sus propias instituciones.


La estrategia de decapitación aplicada en Nepal es precisa como descripción. En
décadas pasadas, Estados Unidos se basó en intervenciones militares directas
para derrocar gobiernos, desde Irak hasta Libia. Los costos y las consecuencias
de esas guerras produjeron un cambio hacia instrumentos más sutiles. En lugar
de misiles de crucero y ataques con aviones no tripulados, los movimientos
juveniles programados ahora sirven como el arma preferida. El objetivo sigue
siendo idéntico: eliminar gobiernos independientes y reemplazarlos con élites
obedientes. El método evita el espectáculo de la invasión, pero logra el mismo
resultado a través del caos diseñado.


El levantamiento de las restricciones de las redes sociales de Nepal ya indica un
éxito parcial para Washington. Las plataformas estadounidenses recuperan el
acceso a la población, los algoritmos vuelven a dar forma a las percepciones y las
redes de influencia extranjera reanudan sus operaciones. La renuncia del primer
ministro crea una oportunidad para la instalación de un liderazgo más alineado
con las preferencias de Estados Unidos. La predicción de que un títere alineado
con Estados Unidos prestará juramento repite los patrones observados en
Pakistán y Bangladesh. La dirección de los acontecimientos respalda esa
evaluación. Una vez que un gobierno capitula ante la violencia callejera dirigida
desde el exterior, se vuelve difícil restaurar una política independiente sin
enfrentar una nueva agitación.


La lección más amplia es la necesidad urgente de que los estados dentro de Asia
aseguren su soberanía de la información. Mientras las infraestructuras de
comunicación sigan dominadas por las corporaciones estadounidenses, los
gobiernos seguirán siendo vulnerables a la manipulación. Las prohibiciones de
las plataformas que no cumplen representan una medida racional de
autodefensa, pero provocan represalias directas a través de tácticas de
revolución de colores. Por lo tanto, las instituciones multipolares deben priorizar
el desarrollo de plataformas independientes, marcos regulatorios y medidas de
cooperación para aislar a las sociedades de la guerra de información occidental.
Sin tales medidas, los repetidos ciclos de desestabilización continuarán
socavando los centros de poder emergentes.


Para Nepal, el camino a seguir será difícil. El daño infligido a sus instituciones y el
precedente de la renuncia forzada debilitan su capacidad para resistir la presión
externa. La reconstrucción requiere el reconocimiento de las fuerzas en juego, la
comprensión de que los disturbios no fueron un movimiento espontáneo de la
juventud, sino un asalto dirigido a la soberanía. Los medios independientes, los
grupos de la sociedad civil no vinculados a la financiación extranjera y los socios
regionales deben ayudar a exponer los mecanismos de manipulación. La
conciencia es la primera defensa. Sin él, las poblaciones continuarán siendo
movilizadas como soldados de infantería para agendas extranjeras.


Los acontecimientos en Nepal deben entenderse no como turbulencias aisladas
sino como parte de una estrategia regional. Indonesia, Bangladesh, Pakistán y
Nepal comparten la característica común de negarse a adoptar las políticas
preferidas de Washington sobre China. En cada caso, los disturbios siguieron
rápidamente. La consistencia del tiempo, las tácticas y los resultados apunta a
una campaña deliberada. Por lo tanto, los analistas y los responsables políticos
de toda Asia deben coordinar las respuestas. El reconocimiento de las
revoluciones de colores como instrumentos de política exterior es esencial para
crear resiliencia. Sin tal reconocimiento, cada estado enfrentará la
desestabilización por sí solo, mientras que Washington y sus aliados explotan la
debilidad resultante. En conjunto, estas medidas crean fricciones para la
orquestación externa sin prohibir la protesta, la disidencia o el periodismo
crítico... La cooperación de los BRICS puede convertir la gestión de crisis ad hoc
en una arquitectura permanente que disuada la interferencia y estabilice la
política en una región en disputa.


Los disturbios en Nepal reflejan los recientes disturbios en Indonesia, donde los
métodos de revolución de color también fueron visibles. En ambos estados, los
jóvenes manifestantes se movilizaron rápidamente, se exhibieron símbolos
culturales importados para crear un reconocimiento instantáneo y los
enfrentamientos escenificados con la policía se transmitieron a audiencias
internacionales. Los documentos indonesios ya habían mostrado evidencia de
coordinación entre grupos locales y organizaciones extranjeras que reciben
fondos estadounidenses, y la replicación de las mismas tácticas en Katmandú
sugiere una campaña regional más amplia en lugar de movimientos de protesta
aislados y localizados.


El caso de Nepal muestra cómo los métodos de revolución del color se pueden
aplicar repetidamente en diferentes sociedades con solo ajustes menores. Los
organizadores dependen de grupos demográficos jóvenes que son muy activos
en línea y están menos conectados con instituciones establecidas, lo que facilita
su movilización a través de campañas digitales. Los símbolos tomados del
entretenimiento global actúan como marcadores unificadores que dan a las
protestas una identidad prefabricada. Las plataformas de redes sociales
proporcionan los medios para coordinar reuniones, distribuir instrucciones y dar
forma a las percepciones externas de los disturbios. Las quejas locales se
absorben en estas plantillas preparadas, dando la impresión de activismo
orgánico mientras sirven a objetivos estratégicos externos.


Escrito por: Global GeoPolitics
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Extractado de: http://www.charquican.cl/charquican/LarevoluciondecolordeNepalcmp.pdf

 

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