Wallmapu: La histórica y admirable resistencia de las hortaliceras mapuche
Wallmapu: La histórica y admirable resistencia de las hortaliceras mapuche

La lucha de las hortaliceras mapuche por mantener su trabajo ancestral durante la pandemia.
Por Natalia Figueroa.Después de un mes en cuarentena, las hortaliceras mapuche salieron a vender sus productos al centro de Temuco. Fueron detenidas por Fuerzas Especiales por orden municipal y llevadas a la comisaría. Sus testimonios dan cuenta de tratos humillantes, degradantes y racistas en ese lugar. El 18 de junio se presentó una querella por torturas y violencia sexual contra los funcionarios policiales por contravenir los derechos humanos y los tratados internacionales firmados por el estado contra la violencia hacia las mujeres. Actualmente está en proceso el trámite para que sean reconocidas como Patrimonio Inmaterial del país.
Cientos de personas transitan por el
centro de Temuco. Hay locales que han bajado sus cortinas, otros que
continúan abiertos. Inevitablemente, todo ha ido se ha ido adaptando a
las reglas de la pandemia. Más allá de esos cambios, ahí algo es
permanente. En la intersección de las calles Bulnes con Prat, a unas
cuadras de la plaza principal, se escucha un mensaje que se repite una y
otra vez a través de unos parlantes que ha instalado el municipio.
“No compre al comercio ilegal, no compre
porque arriesga multas. No compre al comercio ilegal”, las personas
pasan y esa voz no se extingue. Se ha escuchado durante meses, pero
pareciera que es un mantra que se arrastra desde hace siglos.
Unas cuadras más allá las hortaliceras mapuche frente
a sus canastas con verduras frescas: algunas desgranando porotos;
otras, rellenando bolsas de ensaladas para seguir vendiendo. Llevan puestas mascarillas y guantes, y también mantienen la distancia entre una y otra.
Son entre 10 a 15 las que han seguido viajando desde sus comunidades
hasta el centro de la ciudad en estos meses de pandemia. El virus ha
causado estragos en esta región empobrecida, pero ese no es motivo para
dejar una actividad imprescindible para ellas y su comunidad.
Miran constantemente para todos lados.
El recuerdo del lunes 4 de mayo sigue latente. Ese día funcionarios de
Fuerzas Especiales junto a inspectores municipales, las detuvieron por
considerar que su trabajo es “ilegal”. Las agarraron, las forcejearon mientras ellas defendían sus verduras que se desparramaron por la calle. Les arrebataron los tomates, las lechugas y se las botaron. Lo perdieron todo. Entre
diez policías rodearon a cada una para llevarlas a la fuerza al carro y
trasladarlas hasta la comisaría a unas cuadras de ahí.
El alcalde Miguel Becker, aseguran,
nunca las ha querido en ese lugar. En 2011, dictó un decreto que
estableció el perímetro de exclusión de cuatro calles en el centro, al
que no pueden ingresar los vendedores ambulantes. Una de ellas es
precisamente donde se han instalado históricamente a vender. Siete años
después, comenzaron las multas para quienes les compraran, debiendo
cancelar hasta 143 mil pesos.
Las horas en la comisaría
A Joselyn Millanao Millanao (21)
le dieron una patada y un empujón para que entrara al carro policial.
Ella fue una de las mujeres detenidas esa mañana de mayo. En el trayecto
hasta la segunda comisaría de Temuco, los funcionarios policiales solo
se limitaron a decir que “eran mandados”, que “tenían que hacer su
trabajo como corresponde”. “Pero, ¿qué les costaba darme la oportunidad,
desde las diez hasta las una, para trabajar? Y después me iba para la
casa”, les decían junto a su tía Andrea Millanao Ancavil (35).
Cuando llegó a la comisaría le revisaron
exhaustivamente su cuerpo. La obligaron a que se sacara la ropa, que se
subiera el sostén y que se bajara los calzones. “Estando yo con la
menstruación les pedí que no me hicieran eso”, cuenta con la voz
quebrada. Le revisaron las axilas, le pasaron la mano por el pelo. ¿Qué
podríamos haber tenido escondido?, pensaban las mujeres, si todas las
mañanas se bajaban de la micro, cargadas de verduras, y caminaban media
cuadra y luego se ponían a vender.
Jocelyn estuvo casi seis horas detenida en la comisaría junto Andrea y Alejandra Millanao Molina (29),
las tres con sus ropas húmedas porque el carro policial les tiró agua
mientras estaban en la calle defendiendo su mercadería. Horas que se
hicieron interminables mientras estuvieron en esa celda pequeña y fría.
Un acto humillante y abusivo, sostiene la abogada Karina Riquelme,
quien, junto al abogado Jaime Madariaga, presentó una querella por
torturas y violencia sexual –que fue declarada admisible– contra los
funcionarios policiales el 18 de junio[Ver aquí].
“Nadie sabía lo que había ocurrido dentro de la comisaría. Por eso, hay
que identificar a los funcionarios policiales porque es sabido quiénes
trabajan ahí y deberían ser formalizados”, agrega. Carabineros, por su
parte, justifica la detención por desórdenes públicos y por “comercio
ilegal”.
Este jueves los abogados volvieron a
informar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre
estos hechos para que sean incorporados en la denuncia ingresada en 2011
que dio a conocer la misma situación. También, las Cátedras de Derechos
Humanos, Amanda Labarca y de Racismo de la Universidad de Chile
interpelaron al Ministerio Público a investigar y a establecer
responsabilidades a la brevedad.
Andrea cuenta que la han llevado detenida en tres ocasiones. “Siempre tratando de rescatar a las otras lamngen para
que no se las lleven, y al final igual te llevan a ti. Nunca había
visto tantas Fuerzas Especiales para un grupo de mujeres. Qué fuerza voy
a sacar yo con esos hombres gigantes, con su traje, es imposible”,
dice.
Por décadas estas mujeres han tenido que
resistir a los hostigamientos para ejercer su actividad tradicional,
que es parte de la economía de subsistencia de sus familias y de la
soberanía alimentaria de las comunidades. Como representante de la Agrupación de Hortaliceras Mapuche, Yolanda Llanquitur Parra,
ha dicho que este es un lugar histórico para visibilizar sus saberes,
que se han trasmitido de generación en generación por sus madres y
abuelas, y sus oficios ancestrales. “Se conservan gracias a un legado
que le da la identidad mapuche a nuestro pueblo”, dice.
Estas prácticas milenarias han permitido
el reguardo de alimentos sanos y naturales, además de la protección de
las semillas orgánicas y la preocupación por los recursos naturales.
Para eso relevan el Trafkintu como instancia
tradicional de intercambio de semillas, que promueve la asociatividad,
la cooperación y la autogestión de bienes y servicios y el Kümeiyal,
que es el consumo de alimentos frescos y sanos. Las mujeres
hortaliceras han manifestado que la alimentación y la salud son
constituyentes del Küme Mognen, la idea del
‘buen vivir’ del pueblo mapuche entendido como una relación de
interdependencia y reciprocidad entre los ecosistemas y la naturaleza,
donde esta actividad forma parte de esa cadena vital.
Principalmente acuden mujeres de dos
organizaciones: de la Asociación Indígena Kelluzomowen y Asociación
Indígena Folil Mapu, que agrupa a 60 personas provenientes de Temuco y
comunas aledañas, como Vilcún, Freire, Perquenco y Padre las Casas. Se
dedican a comercializar los distintos productos hace más de cinco
décadas, entre ellos, tortillas de rescoldo, catutos, quesillos,
hortalizas, frutas y flores en macetas. De sus cultivos, una parte la
dejan para el consumo de las comunidades y, otro, para la venta.
Estas mujeres han vendido en el centro
de Temuco desde que fue la ocupación militar en esa ciudad, 1881-1883,
cuando las familias se desintegran porque se les quita la tierra,
explica Margarita Calfio Montalva, asistente social especializada en género y cultura de la Comunidad de Historia Mapuche.
“Hay testimonio sobre familias completas que andaban por Temuco, que
entonces era entre campo y ciudad, y, muchas de ellas, se pusieron a
vender para sobrevivir. De eso, hay registro desde los años 40”, agrega.

Hasta hoy esa militarización de la época no ha cambiado. A Yolanda Llanquitur desde
que era niña e iba a vender con su mamá y abuela, las echaban de este
lugar los Carabineros. Margarita explica que ellas son las que, en una
ciudad segregada como define a esa capital regional, ellas son las
únicas que traspasan el límite imaginario trazado en la feria Pinto que
marca la ruralidad. “Ellas osadas van a “ensuciar el centro porque en la
medida que Temuco va siendo ‘más ciudad’ entonces empiezan a estorbar.
Como la gente que vende cochayuyos que va con los bueyes, que se hacen
caca, entonces tiene que estar todo limpio en esta idea de ciudad”,
analiza.
Una vez más, queda a la vista el
incumplimiento de tratados firmados por el estado para eliminar la
violencia contra las mujeres. “El próximo informe de la Convención sobre
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(CEDAW) será el 2022 y el tema pendiente es súper claro: la
violencia contra las mujeres mapuche. Se necesita la consulta a las
mujeres y terminar con la violencia porque esto es por ser mujer, por
ser mapuche. Es racismo puro, que se desata todo el rato”,
acota la investigadora. Las acciones legales en esa línea también han
sido múltiples. El año pasado, el Instituto Nacional de Derechos Humanos
de Temuco interpuso recursos legales en favor de 15 mujeres mapuche que
también protegiendo su fuente laboral fueron arrestadas por
Carabineros.
“En todos lados hay comercio ambulante,
pero aquí es el único lugar del país donde llegan Fuerzas Especiales a
pegarle a las mujeres mapuches”, afirma Margarita Calfio.

La lucha por ser reconocidas
La acción de Fuerzas Especiales no
solamente atenta las mujeres mapuche, sino que, además, contra el
patrimonio del país, explica Diego Cayupan Salgado, Encargado Sección Patrimonio Cultural Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de La Araucanía.
El año pasado se elevó la solicitud para
que las hortaliceras sean reconocidas como comunidad cultora parte del
patrimonio inmaterial del país. Un procedimiento respaldado por la
Unesco y ratificado por Chile hace una década, que busca salvaguardar a
estas comunidades, investigar y generar medidas para que se mantengan en
el tiempo. Esta se realiza por un comité asesor, presidido por el
Ministerio de las Culturas, sumado a otros expertos que establecen, de
acuerdo a criterios de riesgo, si son patrimonio o no.
Sin embargo, Cayupán reconoce que existe
una diferencia de criterios importante entre la protección al
patrimonio material, donde se aplican multas y penas de cárcel si se
dañan monumentos o edificios históricos, y el inmaterial. “Todo debiese
tender a que una comunidad declarada patrimonio fuese tan importante
como el mercado municipal o como una iglesia. Ese trato de millones para
su restauración e investigación por si hay hallazgos, se necesita para
las comunidades”, sostiene.
La fecha inicial que tenía el Comité
para sesionar sobre las solicitudes que se hicieron era octubre del año
pasado, pero coincidió con el estallido social, y desde ahí se ha
postergado sin fecha aún definida para retomar el proceso. El diálogo
con las autoridades también está en un punto muerto. Javiera Baeza, asesora de las hortaliceras,
explica que se generó una mesa de diálogo con los municpios de Temuco,
Padre Las Casas, Vilcún y Freire y la Gobernación, junto a los seremis
de las Culturas, Artes y Patrimonio, de la Mujer y de Agricultura. Pero
ninguno les ha dado solución o una alternativa de negociación. Más aún, a
una cita en la Intendencia Becker no se presentó.
Desde el mundo político también se ha
hecho presión para que den una solución y se ha oficiado a la
Contraloría para que el Ministerio de Justicia se pronuncie por las
medidas alcaldicias. Las hortaliceras también se presentaron en una
sesión de la comisión de Derechos Humanos de la Cámara donde expusieron
la situación a su presidenta, la diputada Emilia Nuyado. Ahí también se
solicitó entregar información sobre los inspectores municipales, dado
que uno figura como ex carabinero con una causa de apremios ilegítimos
con una sentencia de 2016 [Ver aquí].
En este último mes de pandemia, Andrea y
Jocelyn han seguido vendiendo en el centro de la ciudad, siempre
alertas a lo que pueda pasar, pero convencidas que seguirán defendiendo
lo suyo. En estos días, han celebrado el We Tripantu, año nuevo mapuche,
y en la rogativa cuentan que pidieron seguir teniendo fuerza, mucha
fuerza. “Y que lo que estamos cultivando salga bien, que tengamos
trabajo”, dice Andrea.
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