Los límites y reales contenidos de la socialdemocracia europea. A propósito del debate ideológico en el Frente Amplio de Chile

Los límites y reales contenidos de la socialdemocracia europea. A propósito del debate ideológico en el Frente Amplio de Chile

En un foro de título “¿Crisis de la Socialdemocracia?” realizado en la Universidad Diego Portales, la ex candidata presidencial del Frente Amplio, y uno de sus principales referentes políticos y mediáticos, Beatriz Sánchez, afirmó que «Parte de lo que propusimos como FA avanza por el camino de una socialdemocracia. Nosotros proponíamos dejar de privatizar aspectos esenciales en la vida de las personas. En eso, el partido iba de la mano con la socialdemocracia que conocemos en Europa«.

Por cierto, quien hoy es una de las precandidaturas presidenciales más nombradas en las encuestas con miras a las elecciones del 2021, mantiene cierta cautela en sus declaraciones, y dice que es “en parte” tal afinidad, y sólo en “eso” de desprivatizar ciertos ámbitos sociales. Obviamente la prensa oligopólica, siempre atenta a estas declaraciones y a los públicos debates que, saben, marcan la interna y las tensiones del Frente Amplio, intenta sacar provechos y conclusiones que van más allá: “Beatriz Sánchez plantea al Frente Amplio como un símil chileno de la socialdemocracia europea”, salió titulando con algo de exageración El Mercurio.

Pero más allá del muy parcializado tratamiento de la prensa dominante a los debates de las izquierdas y progresismos, lo que llama la atención en este tipo de posicionamientos, que es sólo un ejemplo de las muchas posiciones que se le escuchan a parte importante del progresismo más liberal del Frente Amplio chileno y de otras fuerzas similares en Chile y otros países, es la complacencia que se tiene a la hora de juzgar a la socialdemocracia europea, como si fuera un “modelo a seguir” sin más, y no formulándole las muchas críticas que puedan hacérsele, cosa que contrasta fuertemente con los duros juicios que se formulan hacia otras fuerzas y experiencias políticas, como las de los progresismos e izquierdas en la América nuestra reciente.

¿Por qué distanciarse, criticar, y poner los acentos en las limitaciones, errores y horrores de la socialdemocracia europea, más que en sus logros y virtudes? Aquí un esbozo a modo de punteo:

1. Porque lo mejor de la socialdemocracia europea tiene su causa y condición, en la necesidad de frenar la expansión de la revolución socialista que se extendía desde la URSS hacia Occidente, un «cordón sanitario» contra la crecida y expansión de las izquierdas. Sin esa motivación, será muy difícil, por no decir imposible, que las clases dominantes de nuevos países quieran instituir un “pacto social de compromiso” como el que se expresó en los modelos socialdemócratas europeos, desde comienzos del siglo pasado (precisamente, desde la victoria de la URSS en adelante). Tras la segunda posguerra, Europa (occidental y oriental) vivió algunas décadas de inédito crecimiento económico y mejoría en las condiciones de vida de las mayorías y derecho sociales crecientes, lo que se plasmó en el «Estado de Bienestar» de occidente (donde la socialdemocracia gobernó o cogobernó con las derechas), y en los «Socialismos reales» al otro lado de la «cortina de hierro». Pero cuando ese empuje declinó, el orden globalizado y el Neoliberalismo se llevaron por delante a ambos, aunque la caída de los segundos fuera más estridente y abrupta hacia fines de los 90s, y la de las socialdemocracias se diera con más lentitud desde entonces, pero con, igualmente, desastrosas consecuencias, como se ve en buena parte de la Europa actual (en especial del Sur y de la Europa oriental), y sus zonas geográficas aledañas y directamente subordinadas política y económicamente (Norte de África, Medio Oriente).

2. Desarrollando más lo anterior, porque se incuba en un espacio geográfico que tiene una relación de colonialismo e imperialismo con el resto del Mundo. Claro, la socialdemocracia europea reparte la riqueza de sus países, pero dichos países gozan de ser la parte favorecida de un intercambio desigual con el resto del planeta. La socialdemocracia europea terminó pasando por alto esto, en especial, cuando estuvo en el Gobierno. Junto a eso, con la creciente hegemonía política y militar de Estados Unidos sobre Europa bajo el orden OTAN, esto ha implicado una coparticipación cada vez más desvergonzada en invasiones y guerras al alero del impulso imperial estadounidense: Tony Blair apoyó la invasión y guerra en Irak, un crimen apenas ocultado tras la mentira de las “armas de destrucción masiva”, además de las intervenciones armadas en Kosovo, Sierra Leona y Afganistán (ver «Las guerras de Tony Blair», Charles Powell). No por nada Margaret Thatcher respondió por su mayor triunfo político con un elocuente: «Tony Blair y el Nuevo Laborismo». Algunos años antes, en 1986, el PSOE español había defendido el Sí en el referéndum por la permanencia de España en la OTAN. Y un poco más atrás, Francois Mitterand, ícono del Partido Socialista francés, en 1954 dijo con implacable colonialismo: “la rebelión argelina sólo puede encontrar una forma terminal: la guerra”. No está de más señalar que en la Guerra de Independencia de Argelia (1952-1964) se ensayó la «escuela francesa» de contrainsurgencia, desaparición y tortura que luego se exportó a nuestra América. La socialdemocracia alemana, por su parte, integra un pacto político de consensos con la Democracia Cristiana y el campo de las derechas europeas, en su posición de dominio y control del gobierno del país dominante de la Unión Europea. Por citar sólo algunos ejemplos y aristas del rol protagónico de la socialdemocracia europea en el orden imperial y colonialista que sigue dominando el Mundo, cuyas manifestaciones belicistas son expresión de múltiples correlatos en lo económico y político.

3. Por que el sistema de producción global actual no la hace posible como modo generalizado de avanzar a mejores estándares sociales. En las décadas posteriores a la posguerra mundial, sucede un ciclo revolucionario, creciente hasta el día de hoy, en la ciencia aplicada y en la tecnología. Esta transformación que ya venía dándose en los tiempos precedentes, se intensifica y acrecenta cada vez más. En lo económico, esto produce un sistema productivo a nivel mundial integrado, «globalizado», gracias en especial a la revolución en el transporte y las telecomunicaciones. Entre otras cosas, eso ha implicado que el capital concentrado tiende a ir a países con menos y peores regulaciones. Este es el correlato material del predominio ideológico del Neoliberalismo: la competencia entre individuos y entre pueblos para captar a ese capital movible y depredador, se acrecenta en todas sus dimensiones. Moraleja: No habrá mejorías sustantivas y crecientes, sin, a la vez, ir «saliéndose» de esa dinámica de capitales concentrados a nivel global, cosa que está totalmente fuera del horizonte político de las socialdemocracias actuales (cosa en la que se diferencian totamente, de sus orígenes de inicios del siglo XX).

4. Porque la socialdemocracia europea implicó y produjo a la larga una domesticación de la participación política de las mayorías, convirtiendo a la organización social en general y sindical en particular, casi siempre en un apéndice de las empresas y el orden capitalista. Que hubo y hay excepciones valiosas en esto, claro que sí, pero, en general, la socialdemocracia terminó despolitizando las sociedades, individualizando y privatizando la vida de las personas, y generando un orden político y constitucional con abiertas carencias de democracia efectiva, cuestión reforzada por la edificación de una entidad supranacional, la Unión Europea, de bajo o nulo control democrático de los pueblos (Detalle de estoen «Neoconstitucionalismo europeo y Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. Una comparación desde sus concepciones de Constitución y Democracia«, de mi autoría). Ante esto, el embate del Neoliberalismo en las últimas décadas las dejó a merced del avance de impugnaciones del modelo que defendieron y administraron, tanto «por derecha» (el Brexit o las ultraderechas de diverso signo y nivel de fascismo o de «globalismo»), como por izquierda (los intentos conocidos pero muy estancados en Grecia o España, o el latente en Reino Unido, como ejemplos).

5. Porque la socialdemocracia abandonó hace mucho tiempo su inicial cuestionamiento al modelo de producción capitalista, y con el correr del tiempo, lo ha avalado de manera cada vez más acrítica y entusiasta, siendo cooptado no sólo ideológicamente, si no que también de manera material, bajo formas de corrupción encubierta o discreta (caso europeo), o de manera abierta y poco pulcra (caso latinoamericano). En el caso europeo, proveniendo de países en cuyos territorios se localizan los capitales más concentrados de las grandes corporaciones transnacionales occidentales, han sido cómplices y copartícipes de la desvastación socioambiental y medioambiental de escala planetaria, y los riesgos inconmensurables que se viven hoy por causa del cambio climático derivado de aquella. En su posición de control o cogobierno con las derechas, en buena parte de los países europeos en las décadas posteriores a la posguerra mundial, han impulsado y cobijado a esas dinámicas y empresas de capitalismo desenfrenado que han sido protagónicas en la generación de la situación ambiental que vive el mundo hoy, y que son parte sustancial de la explicación de su bienestar material y «éxito económico».

Que hay que aprender de muchas de las lecciones de los gobiernos y programas de la socialdemocracia europea, por cierto que sí, al igual que, por ejemplo, lo del “New Deal” en Estados Unidos o los gobiernos nacional-populares de nuestro continente de mediados del siglo pasado, o de los gobiernos progresistas de los años recientes.

Pero ponerlo como referencia a seguir, así sin más, es una toma de posición sobre la que puede rechazarse mucho, no sólo porque no sea posible replicar el programa y el formato de los gobiernos de la socialdemocracia europea, si no que además, porque no debiera ser deseable para fuerzas que intentan una transformación emancipadora para nuestras sociedades en el presente. Llama la atención que, junto a tanta interpelación a los Derechos Humanos para criticar a gobiernos de izquierdas en nuestro continente, se apele a una socialdemocracia europea que ha cometido todo tipo de crímenes y delitos contra la Humanidad y contra el Medio Ambiente a lo largo y ancho del planeta, siendo partícipe central en el esquema global actual, frente al que el “Programa de Much*s” del Frente Amplio se posiciona críticamente: «El mundo y la región se encuentran en un momento muy complejo. Fenómenos como las migraciones, el cambio climático, la especulación financiera, la seguridad informática, la falta de eficacia y de legitimidad democrática de las medidas impuestas a los países por los organismos y las entidades financieras internacionales, las crisis económicas recurrentes, la existencia de golpes de estado blandos o las tensiones por el posible uso de armas nucleares se toman el debate nacional, regional e internacional. Estos problemas son una consecuencia de un modo de organización a nivel global marcado fuertemente por el capitalismo y una relación desigual entre los distintos Estados y la forma de enfrentarles divide a los pueblos y regiones en una dimensión civilizatoria« (capítulo destinado a Relaciones Exteriores y Política Internacional, página 61).

Por el carácter participativo que tuvo su construcción, recogiendo las opiniones y posiciones de mucha ciudadanía adherente y militancia frenteamplista, el «Programa de Much*s» ha sido una de las virtudes más significativas del conglomerado, y uno de los principales motivos de orgullo y señalamiento en los relatos y discursos de campaña que permitieron su irrupción como, por ahora, tercera fuerza política en el país. Dicho eso, cierto es también, que el mismo programa sintetiza en tres posiciones las posturas ante este escenario: «Algunos gobiernos y partidos políticos a nivel mundial apuestan por una postura conservadora, nacionalista y/o autoritaria, promoviendo un discurso que entiende las migraciones como una amenaza a la seguridad, el odio a lo diferente, y sin cuestionar las responsabilidades del modelo económico. En contraparte, otros estados buscan compatibilizar el capitalismo con el bienestar social o se proponen llevar adelante un cambio al modelo de desarrollo, entendiendo que la causa de dichos problemas es el sistema económico imperante».

Así, si bien es cierto todo gobierno de cambio y transformación debe y deberá por un buen rato convivir con el capitalismo dominante a nivel global, el cambio del modelo de desarrollo no ha venido, ni viene, ni vendrá, de la aceptación acrítica del capitalismo, tal como ha venido probando, con rotunda derrota y fracaso, la socialdemocracia europea.

extractado de: http://revistadefrente.cl/los-limites-y-reales-contenidos-de-la-socialdemocracia-europea-a-proposito-del-debate-politico-en-el-frente-amplio-de-chile/
 

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