La refundación de una izquierda para el siglo XXI
La refundación de una izquierda para el siglo XXI
Entrevista con Francisco Fernández Buey: «La izquierda política no está para ‘encauzar’ movimientos sino para potenciarlos fundiéndose con ellos».
por Miguel Riera /El Viejo Topo /La Haine (*)
Proseguimos aquí la serie de artículos y
entrevistas dedicados a la refundación de la izquierda. En esta
entrevista, el autor de Por una universidad democrática sitúa al movimiento altermundista como la piedra basal de una nueva izquierda para el siglo XXI.
–Parece que casi todo el mundo está
de acuerdo en que hay que “refundar la izquierda”, pero el acuerdo con
frecuencia se desvanece cuando se intenta llenar de contenido esa
expresión. ¿Qué elementos te parecen determinantes para que pueda
hablarse con propiedad de una refundación de la izquierda?
–La izquierda viene
refundándose, desde hace aproximadamente una década, en lo que se ha
llamado movimiento alterglobalizador o altermundista. Ahí, en este
movimiento de movimientos, están ya representados los sujetos del
cambio. Ahí se ha ido bosquejando también lo que podría ser el programa
para cambiar el mundo de base. Y ahí hay también una amplia red de redes
para la configuración de una izquierda mundial.
Lo que falta ahora es dar forma política
organizada a todo ese movimiento social y encontrar la palabra nueva y
compartida para hacer frente a la barbarie existente.
-¿Y entonces cuál es papel de la actual izquierda política?
–Primero potenciar el
movimiento altermundista y, con él, los movimientos sociales críticos
del neoliberalismo y alternativos al capitalismo salvaje realmente
existente. Aunque ahora esté pasando por un bache, el movimiento
altermundista es, junto con algunos de los procesos políticos
latinoamericanos, el obstáculo más serio con que ha topado el
capitalismo en los últimos tiempos (aparte, obviamente, de sus propias
contradicciones). Creo que si no se desarrolla a fondo este movimiento
social global no se puede ni hablar de recuperación de la izquierda
política, al menos en los países ricos del mundo.
La izquierda política tradicional, la
formada por los partidos socialistas y comunistas, para entendernos,
hace tiempo que se declaró insolvente para cambiar el mundo de base o
que quedó desfasada. La izquierda verde que surgió en Europa a finales
de los setenta con la pretensión de ser una nueva izquierda alternativa
ya no se diferencia en nada sustancial de la otra a la hora de la
verdad. Deduzco de ahí que no son los movimientos sociales los que
tienen que aprender de los partidos organizados, como se dice a veces,
sino éstos los que tienen que aprender del tipo de actuación de los
movimientos sociales de los últimos veinte años.
Y luego, una vez aprendido que la
izquierda política no está para “encauzar” movimientos sino para
potenciarlos fundiéndose con ellos, lo que habría que hacer, en mi
opinión, es reinventar un tipo de organización sociopolítica lo más
parecido a lo que fue la Primera Internacional.
-¿Ese planteamiento implicaría una refundación previa de la izquierda política?
–Depende de lo que se entienda
por refundación. Desde hace ya bastantes años la izquierda política,
sobre todo en Europa, ha seguido un camino inverso al que exigía el
proceso de globalización en curso: en vez de acentuar el carácter
internacionalista y mundialista con el que nació, la izquierda política
organizada se volvió sobre sí misma, disolvió los lazos internacionales
que tenía y se hizo cada vez más localista y particularista. Esto ha
afectado también a los principales sindicatos, que por lo general, y con
algunas excepciones, vienen limitándose a la defensa de los intereses
de lo que antes se llamaba “aristocracia obrera”, país por país.
En esas condiciones la izquierda
política y los sindicatos a ella vinculados han quedado completamente
desarmados para hacer frente a los poderes que hegemonizan el proceso de
globalización. Tal como está configurada ahora, la izquierda política
puede conseguir quizás ciertos éxitos temporales en las elecciones en
tal o cual país, pero prácticamente no tiene nada serio que oponer a los
organismos internacionales que dominan en el mundo actual. Esto era ya
patente hace un montón de años, cuando en Italia, por ejemplo, se creó
Refundación Comunista, pero se ha hecho meridiano durante la última
crisis.
Para decirlo de manera que me pueda
entender todo el mundo: en este momento no sólo el gran capital sino
incluso una institución tan decadente y envejecida como la iglesia
católica u organizaciones no-gubernamentales nacidas hace cuatro días
tienen más vínculos y más presencia internacional que la izquierda
política. Lo cual es nefasto para los trabajadores del mundo y es una
ridiculez de dimensiones históricas, sobre todo teniendo en cuenta que
esta izquierda de la que estamos hablando nació anunciando la
mundialización del capital y declarando que los obreros no tienen
patria. Así que, vista la cosa de esta perspectiva, no hay duda de que
la izquierda política tiene que refundarse. O resucitar, diríamos
algunos…
-Por otra parte, la crisis de los
foros sociales es evidente. Si no surge una referencia política clara
capaz de forzar avances hacia una transformación real, los entusiasmos
se diluyen, y al final cada grupo se dedica a su pequeña parcela. ¿Crees
que es posible avanzar en una articulación de los movimientos sociales?
–Desde luego el bajonazo de los
foros sociales en este momento es una evidencia. Y es, además, una
evidencia llamativa, teniendo en cuenta las características de esta
crisis y que el Foro Social Mundial venía anunciándola desde hace años,
criticando abiertamente el sistema que la ha producido y propugnando
medidas alternativas que ahora podrían aplicarse.
En cambio, no estoy tan seguro de que haga falta ahora una referencia política
para impedir que se diluyan los entusiasmos e ilusiones que crearon los
foros sociales. Al menos si por “referencia política clara” se entiende
alguna forma de partido político parecido a los que hemos conocido
hasta ahora, incluyendo ahí, por supuesto, a los que se han llamado
“verdes” y “ecosocialistas”. La diferencia en ellos entre “política” y
“politiquería” no está suficientemente clara y ahí sigue rigiendo la
tendencia a la burocratización en cuanto se toca poder (o “podercito”).
Me explicaré mejor: una cosa es la
repolitización de los movimientos sociales alternativos, o sea, la
conciencia política, que me parece necesaria, y otra, muy distinta,
pretender que tal o cual partido con pretensiones electorales es ya un
“referente político” de lo alternativo.
No creo que los jóvenes activos en el
movimiento altermundista y en otros movimientos sociales vayan a
ilusionarse ahora con un referente político de esas características. En
primer lugar, porque una parte de estos jóvenes están aún en alguno de
esos partidos, y eso les produce, por lo que yo sé, más malestar que
ilusión. Y en segundo lugar, porque la gran mayoría de los jóvenes
activos en las organizaciones que de verdad se mueven, empezando por el
“movimiento de movimientos”, no quieren ni oír hablar de tales partidos
como referente. Cosa que se comprende: no por la juventud, sino por los
errores que hemos cometido quienes hemos estado en ellos.
Si uno se fija en las novedades
atractivas que hoy funcionan como referente de la izquierda propiamente
dicha en el mundo pronto llega a la conclusión de que son (sobre todo
antes de tocar poder) organizaciones sociopolíticas en un sentido
amplio, laxo, ligero, más próximas a los movimientos que a los partidos,
o combinaciones de las dos formas históricas. Hay dos rasgos que
considero claves en estos referentes: la primacía de lo social sobre lo
político y el respeto a la diversidad o pluralidad interna.
Precisamente por eso te decía antes que
habría que reinventar un tipo de organización sociopolítica parecido al
de Primera Internacional. Dar la primacía a lo social sobre lo político
es algo que compartieron marxistas y anarquistas, socialistas y
libertarios de la primera hora. Lo que el nuevo referente, vamos a decir
sociopolítico, mejor que político, tendría que aprender es el respeto a
la diversidad o pluralidad de culturas (también de culturas políticas)
en el seno de los movimientos y de las organizaciones. Por dos razones.
Primera: porque esa falta de respeto fue la tumba no sólo de la Primera
Internacional sino de las que siguieron. Y segunda: porque sin ese
respeto es inconcebible hoy en día una organización mundial que aspire a
un mundo nuevo en un mundo como este, al mismo tiempo tan globalizado y
con tantas lenguas, culturas, costumbres y habilidades diferentes y
constantemente en contacto.
-Hablas de una organización
inspirada en los primeros tiempos de la Primera Internacional. Eso suena
a la Quinta Internacional que propuso Samir Amin, una idea que sólo ha
encontrado eco, y muy desfigurado, en la Venezuela de Chávez. ¿Crees que
es realista pensar que se trata de algo posible?
-Bueno, en realidad la idea de una
organización inspirada en la Primera Internacional no es tan nueva. De
eso hablábamos ya hace treinta años, en los orígenes de la revista mientras tanto,
cuando dialogábamos aquí sobre marxismo y anarquismo con Martínez Alier
y con otros amigos libertarios. Y cosas de parecido tenor recuerdo
haber leído, también por entonces, en las páginas de El Viejo Topo. Si
la memoria no me falla, también Chomsky propuso una variante de esta
misma idea hace ya años, cuando estaba naciendo el movimiento
anti-globalización. Es cierto que Samir Amin por un lado y Chávez por
otro han perfilado de maneras distintas la idea de una Quinta
Internacional inspirada en la Primera, pero el hecho mismo de que la
idea se haya reiterado, a pesar de las diferencias, es ya indicio de que
se necesita algo así. Concretar la idea es difícil, muy difícil. Todo
lo que tiene que ver con la superación de las trágicas heridas
históricas de la izquierda revolucionaria es difícil y delicado de
tratar. Pues eso implica reconocer errores y en algunos casos aceptar la
culpa por asesinatos cometidos en nombre de la propia tradición. Pero
deberíamos actuar, también en esto, como si fuera posible, tratando de
crear las condiciones de posibilidad para una nueva Internacional.
-En tu opinión, ¿cuál sería el
primer paso para dar forma política organizada a todo ese movimiento
social, como señalabas al principio?
–Lo de la forma política
organizada vendría luego. Yo respetaría de momento lo que hay ya
organizado en la izquierda alternativa, potenciando, como digo, el
movimiento alterglobalizador, la red de redes, y comparando, mientras
tanto, esto que hay ahora con experiencias históricas anteriores. La
organización alternativa no suele salir de los partidos políticos o
sindicatos preexistentes, sino más bien por desarrollo de movimientos
sociales potentes que en un determinado momento buscan tener continuidad
y que acaban integrando a las organizaciones preexistentes o a gran
parte de los afiliados a éstas.
Pienso que este proceso también está
ocurriendo ahora y que va a seguir ocurriendo. Izquierda Unida se creó
porque había una importante presión movimentista previa (contra la OTAN,
antimilitarista, etc.) que coincidió con la crisis de todos, o casi
todos, los partidos políticos a la izquierda del PSOE. La peor de las
hipótesis en esas circunstancias es que tal o cual de los partidos que
formen parte del movimiento amplio, de la red de redes, se crea lo
suficientemente fuerte para dar el salto por sí solo a la arena
electoral en representación de todo el movimiento. Eso es algo que crea
divisiones y desconfianzas que tardan tiempo en curarse.
Por tanto, a la hora de concretar, y
antes de entrar en la forma política organizativa, tendríamos que tratar
de aclarar los objetivos, los fines, las medidas alternativas que
habría que tomar. Siguiendo ese hilo, si es que se acepta seguirlo,
podríamos partir de un principio general y, además, generalmente
apreciado por todas las corrientes y tradiciones de izquierda que en el
mundo han sido. Algo así como: De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades.
Creo que todavía hay algunos viejos que recuerdan eso, pero apostaría a
que también a los jóvenes sensibles altermundistas les parece bien.
Luego, en función de este principio general, y atendiendo sobre todo a
las necesidades de las gentes que están en peor situación, podríamos ir
concretando algunas medidas que hay que tomar.
En esto de las medidas concretas, y para
no inventarse nada desde fuera, seguramente bastaría con repasar lo que
han dicho y escrito los teóricos del movimiento altermundista de los
últimos años o, si se prefiere, aquellas cosas por las que se han
movilizado millones de personas en los cinco continentes. Y, eso sí,
habría que ordenar el listado de las reivindicaciones y de las medidas,
jerarquizando éstas en función de las necesidades y capacidades de los
de abajo: ni explotados (excluidos), sobreexplotados, esclavizados,
desempleados, precarios, oprimidos, humillados, ofendidos y desgraciados
(y póngase en femenino la parte correspondiente).
-Hablas de “ordenar el listado de las reivindicaciones y de las medidas”. ¿Qué propondrías para ir poniendo el hilo en la aguja?
–De las medidas concretas que
estaban ya recogidas en la mayoría de los documentos de la izquierda
altermundialista y que también han estado en el origen de tantas y
tantas manifestaciones, seguramente habría que priorizar, en el plano
global, estas cuatro: 1ª Condonación de la deuda externa a los países
empobrecidos; 2ª Dedicación del 0,7% del PIB de los países ricos a
ayudar a las poblaciones de países en peor situación socio-económica; 3ª Garantía para la soberanía alimentaria de los pueblos y poblaciones afectados por el intercambio desigual; y
4ª Tasación de las transacciones comerciales internacionales y de los
flujos especulativos de capitales, dedicando lo recaudado a políticas
sociales para mejorar la situación de los desfavorecidos.
Esto supondría, claro está,
reestructurar, disolver o abolir los principales organismos
económico-financieros internacionales actualmente existentes y, desde
luego, democratizar la organización de las Naciones Unidas. Yo veo en la
realización de medidas así una de las condiciones de posibilidad,
necesaria, para abordar con justicia el asunto de la crisis ecológica
global, que es el otro gran problema de la humanidad en la actualidad.
Pues la conciencia del problema no basta.
En lo más próximo, en lo local, estatal o
regional, una izquierda digna de ese nombre tendría que hablar claro,
sobre todo después de lo que hemos visto en la última crisis. Para
contactar de verdad con los que quieren otro mundo esa izquierda tendría
que decir, creo yo, cosas así:
1º Ninguna reforma del mercado laboral que no venga precedida por la reforma del mercado financiero y por el pago, con intereses, de los daños causados por los especuladores;
2º Ningún tipo de ayuda pública, estatal o ciudadana a bancos, entidades financieras y aseguradoras que no venga precedida por el reparto social de los beneficios previamente obtenidos por esas entidades privadas;
3º Ninguna medida de ajuste y austeridad que no vaya precedida por la reducción de la jornada laboral, la abolición de los trabajos precarios y la puesta en práctica del principio “a igual trabajo, igual salario”;
4º Ningún reparto del trabajo para pobres y desgraciados que no vaya precedido por el reparto equitativo de la riqueza y por una renta básica de ciudadanía;
5º Ninguna ley de extranjería que no venga precedida por el reconocimiento de que los inmigrantes son, en primer lugar, trabajadores y hermanos de los trabajadores del país de acogida.
En ese contexto no debería considerarse
aceptable ningún discurso de democratización de nada que no fuera
precedido por el ejemplo patente de la democratización de la gestión de
las grandes empresas privadas, empezando por la banca y las grandes
corporaciones de la información y la comunicación. Toda propuesta de
democratización que no empiece por la democratización real de la empresa
de quien la hace se considerará, sin más, materia para chistes de El
Roto…
Supongo que en cosas así piensa la gente cuando piensa por dónde podría empezar el socialismo del siglo XXI.
(*) Nota de edición La Haine: El 4
de junio de 1943 nacía en Palencia Francisco Fernández Buey. Lo
recordamos con esta interesante y sugerente entrevista concedida a
Miguel Riera en junio de 2010 y publicada entonces en El Viejo Topo (nº 269 junio de 2010) bajo el título “Potenciar la red de redes”.
Publicado por: https://cctt.cl/2019/06/09/la-refundacion-de-una-izquierda-para-el-siglo-xxi/
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