Texto escrito por mi hija Renata a la ocasión de un recordatorio organizado por su padre René Molina en Longaví. Él hace parte de la lista de los 119 compañeros desaparecidos. Patricia Zúñiga
Carta sobre mi padre Juan René
Molina Mogollones
No tuve la suerte de conocerlo, no tuve la
suerte que me tomara en sus brazos, que me consuele de mis
pesadillas en la niñez como lo hago hoy con mi hija de 4 años, nunca
conocí su sonrisa. Pero, a pesar de su ausencia, desde
chiquitita, él está siempre conmigo, está presente en cada paso
importante de mi vida, le hablaba y le sigo hablando
siempre.
Adolescente miraba las estrellas y los dos
teníamos conversaciones largas y
profundas.
Cuando viajé a Chile por primera vez en
junio 1992, tenía muy claro que él estaba muerto. Pero corrí a la
salida del aeropuerto, estaba segura que me estaba esperando. solo
me encontré con la cordillera.
Ese viaje fue muy fuerte. Mi madre me
había explicado todo desde muy niña : la militancia en el MIR,
la fraternidad y la alegría entre los militantes, la extraordinaria
solidaridad durante la clandestinidad, el orgullo de estar luchando
por otro Chile en la resistencia, ser parte del MIR, la complicidad
que tenían los dos, la detención, la
tortura.
Me encontré con mi abuelita Adriana, con
mi tía tan querida Rosa Esther, unos primos. y conocí al hermano de
mi papa. Era - por primera vez - ver a alguien que se pareciera a
él.
Solo tengo dos fotos de mi papa: la más
conocida de él es la que aparece en la documentación del CODEPU
donde tiene 18 años y con traje
militar.
Cuando mi tío Lucho Flores me comentó que
estaban trabajando y organizando un acto en homenaje a mi papa,
estuve muy feliz y honrada. Aprovecho estas lineas para agradecerle
las palabras que me dijo la primera vez que nos vimos. Yo tenía 10
años, era en Swansea en País de Gales, en un
pub.
Se acercó a mi con mucha delicadeza.
Estaba muy emocionado, y me dijó : « eres tan parecida a él,
tienes sus ojos ». Sentí un tremendo orgullo. Mi papa me había
legado su mirada.
Esa noche, me contó muchas
anécdotas : las tonteras que hacían juntos en la infancia, el
robo de gallinas, juegos de niños.
No te imaginas Lucho, cuanto esas palabras
me llenaron de alegría y felicidad. A partir de ese momento, podía
cerrar los ojos y imaginarlo en
movimiento.
De mi papa, sé pocas cosas. Pero todos los
encuentros con familia, amiga/os y compañera/os de lucha y de
detención me permitieron constituir una personalidad. Era muy atento
a los demás. Y sé que me habría querido, amado, me habría
regaloneado. Sus hijos eran su orgullo y lo más importante para
él.
Nunca lo vi como un héroe, era un
militante, un revolucionario como hoy soy una militante, una
revolucionaria, hija de mirista. Hablar hoy de los revolucionarios
parece anacrónico. El poder desnaturalizó esta palabra y el amalgama
terrorista/revolucionario vuelve opaca la esencia misma de estos
hombres y mujeres comprometidos : el amor de la vida. Nada
mesiánico, de sacrificial, de culto a la muerte. El revolucionario
ama la vida y la vida lo ama.
La memoria no se rinde, la memoria hace su
trabajo.
Yo, nací en exilio, fuí torturada en el
vientre de mi madre, y sin embargo, a pesar de la ausencia de mi
padre, a pesar del dolor, mi padre no fue núnca un espectro sin
forma, siempre ha estado con nosotros, entre nosotros. El MIR ha
sido mi familia y es una gran familia llena de vida verdadera que me
acoge en el vasto mundo.
Soy orgullosa de mis padres, orgullosa de
mi historia. Gracias por haber sido lo que fueron, gracias por ser
lo que son, gracias por haberme hecho como
soy.
Respetaré siempre su militancia. Mi papa
nunca quiso morir. La DINA lo mató, lo hicieron desaparecer, lo
lanzaron al mar con otros militantes el 22 de febrero 1975, tres
semanas después de su detención en Villa
Grimaldi.
En julio 2011, me encontré con él juez
Solis a cargo de la causa que presenté. El juez quería saber si yo
tenía algunas preguntas. Le conteste diciendo que yo vivía en
Francia, que vivía muy lejos y que lo más importante para mi era
tener un día la respuesta del destino final de mi
papá.
Yo exigía una respuesta por el derecho de
los familiares a conocer toda la verdad sobre las condiciones de la
desaparición forzada de mi papa.
Ese día me dio la respuesta : la
arrestación con mi mama el 29 de enero 1975 y el 20 de febrero, lo
llevan con otros compañeros a Tejas Verdes. Y 22 de febrero, será
lanzado al mar con el mismo grupo, todos
vivos.
Saliendo de la oficina del juez, caminé
por las calles de Santiago, sonriendo y llorando, tenia mi
respuesta. Fue un alivio increíble. La desaparición forzada es una
tortura psicológica para los familiares. Habrá tenido frio, habría
tenido hambre, cuanto sufrió de las torturas, tuvo miedo, y todo eso
cuanto tiempo.
Ahora al mirar el Pacífico, yo sé que él
está allí. está dentro de ese mar tan lindo pero también tan brutal.
Y ahora, gracias a la asociación de familiares de detenidos
desaparecidos y ejecutados políticos de Talca, tendré un lugar donde
poder recogerme.
Quiero agradecer a todas y todos aquellos
que han participado y hecho posible la realización de ese evento.
Desde la distancia, les mando toda mi gratitud y agradecimientos
infinitos. Gracias por mantener la memoria viva de mi padre, del
militante que fue. Pronto, vendré con mi compañero y nuestra hija
Iara Lilén a visitarlos y
abrazarlos.
Un agradecimiento infinito. Desde la
distancia, estaré con Uds el 31 de agosto.
¡Hasta
siempre!
¡Compañero René Molina! ¡Ahora y siempre!
¡Presente!
París
21 de agosto
2024 PS. reseña del cro Molina Mogollones Juan Rene https://memoriaviva.com/nuevaweb/detenidos-desaparecidos/desaparecidos-m/molina-mogollones-juan-rene/
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