Carmen Castillo, cineasta: “Hay una apuesta por hacer una conexión entre el pasado y el futuro”

Carmen Castillo, cineasta: “Hay una apuesta por hacer una conexión entre el pasado y el futuro”

por Carola Cares I.

Carmen Castillo me recibe en su casa, en Santiago, en medio del rodaje de su nueva película, junto a Macarena Aguiló (El edificio de los chilenos, 2010) y los encuentros con la familia, amigas y amigos, que se intensifican con la proximidad de su viaje a Francia. Nos reunimos a conversar a propósito de su participación en distintas actividades de lanzamiento del libro “El MIR y los movimientos populares (1970-1973)” (Tiempo Robado editoras, 2023). De manera inevitable, la vida de Carmen, el devenir del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Miguel Enríquez y la historia reciente de Chile se cruzan. 

En octubre de este año se cumplen 50 años del asesinato de Enríquez; Carmen está organizando, junto a otras personas, algunas actividades en torno a su legado: “nuestro anhelo es recrear y poner en circulación una memoria de la vida, y no de la muerte, de Miguel Enríquez y de una generación de revolucionarios. La batalla de la memoria no tiene fin y siempre se reactualiza desde el presente. Frente a la oscuridad del mundo, ¿qué memoria de los vencidos puede luchar contra la máquina de olvido impuesta por los vencedores? Tal vez es el eco de esos mil días de Allende, de esa sociedad entera en estado amoroso, donde el júbilo colectivo era tangible. La manera de ser, el pensamiento y la acción de Miguel, un hombre normal, encarnan aquello. Relevar su sensibilidad, su sentido del humor, el afecto, la amistad en los lazos políticos, su vasto equipaje mental, sus ideas, su permanente búsqueda por descifrar la realidad de nuestro tiempo y hacer mundo desde allí, pensando y actuando siempre junto a otros”, explica.

¿Por qué hablar del MIR en la actualidad?

Para mí es un inmenso regalo encontrarme con este libro, porque creo que la memoria de ese tiempo, de esos militantes revolucionarios, de ese pueblo, de ese movimiento social, hoy nos ayuda, porque dice algunas cosas simples: esas experiencias existieron, y siempre es posible cambiar el estado de las cosas. ¿Qué hacemos hoy con todo eso que fuimos? La memoria es una creación y tiene sus tiempos, y el tiempo de una memoria social, política, de la praxis, del pensamiento y la acción revolucionaria de esos años, que el libro hurguetea y comienza a presentarnos, es esencial hoy, aunque estemos hablando de dos épocas históricas muy diferentes.

Desde 1989 estamos viviendo tiempos sin certezas. El compromiso político es hoy una apuesta a lo incierto, y la memoria indestructible de las luchas sociales y populares llegan como un coro de voces, un coro en el sentido griego, de voces populares, de momentos de fiesta, de alegría, de algo tan apasionante que hoy no se da, pero cuyo resplandor puede abrir una brecha de luz en la oscuridad, puede alimentar la imaginación popular. Entonces, no es que haya que repetir lo que hicimos, pero este libro permite un reencantamiento con la política y trae enseñanzas bien precisas.

¿Como cuáles?

A partir de este libro, pensaba, ¿cuál sería ese secreto a transmitir? Hemos reflexionado mucho sobre la gobernanza neoliberal surgida desde esa conjunción de violencia brutal: el Golpe, la masacre, el terrorismo de Estado, la dictadura para destruir una experiencia de democracia socialista exitosa. Hoy, en todo el planeta, vemos las fuerzas de destrucción obrar en total impunidad frente al exterminio del pueblo palestino. Recuerdo como vivíamos en nuestros cuerpos la solidaridad internacional, el mundo nos concernía, toda aquella potencia y nuestros actos. Si bien, es indiscutible que es otra época, sigue siendo el mismo secreto a transmitir, y es el encuentro real, afectivo, sentimental, emotivo, que tuvimos en nuestros tiempos y que hoy también podemos tener con los pueblos. 

No se entiende lo que fue el compromiso político de las mujeres, los hombres, los jóvenes, los viejos miristas, de la época que está aquí retratada desde el movimiento social, si no se ve que comenzamos muy jóvenes a dar los primeros pasos en ese encuentro afectivo y emocional con los que sufren. Toda esa generación vive un momento en que se despierta la indignación ante la injusticia. Después, eso se convierte en un compromiso orgánico con un movimiento, una organización, un colectivo.

Creo que, fundamentalmente, este libro cuenta ese encuentro real, de escuchar la palpitación de lo que llamábamos los pobres del campo y la ciudad, en que se va pensando y practicando una política revolucionaria. No se puede hacer en un comité central cerrado, no se puede hacer desde un escritorio, tienes que estar en permanente vinculación, articulación y escuchar lo que el pueblo, los pueblos, se plantean como lenguaje. Este libro, de alguna manera, al poner el foco en eso, hace justicia a lo que vivimos, a lo que fuimos, a lo que fue el MIR.

Cuando te escucho hablar, veo que tu cara cambia. Es un gesto alegre. 

Es así porque ellos, la máquina de muerte, no logró matarnos a todos, es imperfecta. Al atravesar las penas, los sufrimientos, los dolores, las torturas, las muertes, los desaparecidos, la masacre; en ese tránsito está, finalmente, lo que perdura.

Mi generación, los historiadores, escritores, artistas, en este presente oscuro, tenemos la obligación de relatar, desde esa melancolía de izquierda (como señala Enzo Traverso) nuestros recuerdos que son una fuente de energía extraordinaria.  

La felicidad solo existe cuando el ser y el querer ser se viven en un instante. Es un momento histórico como la Unidad Popular, en que se rompe todo el sistema de dominación y surge la fiesta popular, la dignidad vivida, la potencia creadora de otra sociedad. Y eso es lo que vivíamos, más allá de las confrontaciones, de la lucha de clases feroz. Esa era nuestra vivencia, y eso es más fuerte que el exterminio. 

¿Cuál crees que es el rol de los libros y de las películas en la recuperación de la memoria? Sobre todo en contextos como el actual, de negacionismo, de relativización de la violencia. 

Creo que son instrumentos muy potentes. Nuestro trabajo no cambia el mundo, en eso no hay que equivocarse. Cuando hago una película sé que solo puedo aportar un foco de luz, alumbrar, dibujar algo que permita despertar o aportar a aquello que llamamos el despertar de la conciencia. No es más que eso, pero es inmenso, porque el teatro, el cine, los libros, ayudan a sentir y pensar, y uno no piensa solo. Pensar es algo que se crea, que se produce entre dos o entre varios y eso abre una compuerta que nos permite interrogarnos sobre lo que estamos viviendo. Por eso la batalla es feroz, porque los historiadores de los poderosos han falsificado y tergiversado completamente la historia del MIR, la han convertido en un reducto de burgueses y, al leer este libro, te das cuenta que éramos cientos de sujetos, de mujeres, de trabajadores, con rostros, nombres, palabras, humor para conectarse. Siempre se pensó y se vivió el MIR inserto dentro del movimiento social. 

Hay un documento que volví a escuchar en estos días, que me tiene deslumbrada, es un audio de la voz de Miguel (Enríquez) en Coronel en abril del 72 en una asamblea por la elección de candidato a la CUT. Ese discurso de Miguel es magnífico, porque es una lección perfecta en siete páginas de lo que pensábamos y hacíamos, y muestra claramente el análisis correcto que hacíamos de la ofensiva de los poderosos y de la necesidad de la unidad de las fuerzas de izquierda para fortalecer y ampliar el sostén, las movilizaciones, organizar y estar allí con el movimiento popular. 

Este libro para mí es un aporte, me trajo recuerdos y me ordenó. Me doy cuenta de lo que significa la política editorial para una casa editorial, es decir, aquí hay una apuesta de hacer la conexión realmente entre el presente y el pasado.

Los libros, las películas, las canciones, los relatos, son importantes para abrir el cerebro. Y si no todo el mundo puede leer este libro, algunos podemos leerlo y contarlo, se va expandiendo el conocimiento, y la historia, como la memoria, siguen siendo fundamentales, porque sin la historia, sin la memoria, no hay futuro posible, no se puede imaginar. Hay que permitir que los libros y las películas, que el teatro, sean ocasiones de encuentro y de obligarnos a nosotros a encontrar las maneras de contar la historia o de despertar una emoción a partir de lo que vamos aprendiendo. Ahora, ¿por qué seguimos haciendo libros y películas? Si nadie gana nada con esto. Seguimos porque para ver el presente, para descifrar este mundo, para atravesar el horror de la oscuridad, necesitamos luces, y las luces vienen de ahí, de ese coro de voces populares. 

Hay un tema que se menciona en el último capítulo del libro, que tiene que ver con la participación de las mujeres en el MIR. Ahí, hay una cuña tuya: “la cuestión de si éramos mujeres y militantes, todos éramos militantes, hombres, mujeres, jóvenes, obreros, campesinos, indígenas, etcétera. La especificidad de lo que implicaba ser mujer vino mucho más tarde”. Me gustaría profundizar sobre el espacio que ocupaban las mujeres y cómo y cuándo se plantean estas críticas. 

Hay que ponerse en el contexto de la época histórica. En esa época se vivía en Chile una potencia feminista, que no la llamábamos así, ni la vivíamos como tal. Pero en la vida sexual, amorosa, económica, las militantes populares del MIR y nosotras, íbamos mucho más adelante que los varones. Yo entré en política por Beatriz Allende, no por amores. Entré en política por la amistad femenina. Éramos círculos de amigas y la amistad hoy es una palabra a la cual le doy una importancia fundamental. La amistad femenina en aquella época era gigantesca y la liberación, la emancipación, vino de nosotras, tanto al interior como fuera del MIR. Es una época histórica en que personajes como mi madre, Mónica Echeverría o, a su manera, Inés Enríquez, entre tantas otras, estaban muy presentes. Por las circunstancias históricas de la primera clandestinidad de los dirigentes del MIR, por lo menos en la época de Frei, nosotras hacíamos todo. Nadie nos venía a pautear. No teníamos ninguna necesidad de estar en la Comisión Política. Mi preocupación era mi unidad, donde éramos puras mujeres y era una unidad muy escuchada en el MIR, porque era de análisis de información. Aquella visión de que estábamos sometidas me produce mucha rabia, porque no lo vivimos así. No se puede medir la potencia feminista, de las mujeres de esa época en las poblaciones, en los campos, y en el MIR, a la luz de las categorías que hoy tenemos. ¿Cuándo se produce para mí el quiebre? Con el Golpe. Me doy cuenta de que si no se puede ser mujer y militante a la vez, te suicidas como Beatriz Allende, eso lo viví en el exilio, y lo vi, y me di cuenta de que su suicidio fue un acto político: una denuncia del culto a la muerte, al sacrificio, y a la ausencia de la política, porque en la vivencia anterior éramos mujeres y militantes conjuntamente, y las maternidades fueron vividas colectivamente, en la solidaridad, también en la época posterior con el Proyecto Hogares[1]. Son ideas fundamentales que surgen de mujeres militantes trabajando junto a militantes del movimiento feminista europeo. con las cuales reflexionábamos. Yo aprendí a ponerle palabras a todo esto fuera, es un regalo del exilio.

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El MIR y los movimientos populares (1970-1973)

En este trabajo colectivo coordinado por Jaime Navarrete se abordan los vínculos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) con las organizaciones sociales durante la Unidad Popular (1970-1973). En cada capítulo se presenta, en el lenguaje de la época, un “frente intermedio”: el Movimiento Campesino Revolucionario, el de Pobladores, de Trabajadores y de estudiantes universitarios. También se aborda la compleja relación entre dichos frentes y la política militar, así como los desafíos de la militancia para las mujeres.


[1] El Proyecto Hogares fue una iniciativa de vida comunitaria desarrollada en Cuba a fines de los años 70, impulsada por las y los militantes del MIR exiliados en Europa que tenían hijos e hijas. Mientras las y los militantes regresaron a Chile de manera clandestina para luchar contra la dictadura, sus hijos e hijas, alrededor de 60 niñas y niños, quedaron al cuidado de una veintena de “padres sociales”. La historia de este proyecto está retratada en el documental “El edificio de los chilenos”, de Macarena Aguiló.

 

Extractado de: https://tiemporobadoeditoras.cl/carmen-castillo-cineasta-hay-una-apuesta-por-hacer-una-conexion-entre-el-pasado-y-el-futuro/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTAAAR3phHG80x4PNza4I32L66SloWBySmuG6E32Lje9oSdN-lgSOvvZS0mTJDE_aem_AduJuCaGUfmzoKrfnGsEoVAMhMCaPOHrzrZUgdqjbqL2u1SxjCMCrwUs4xQyhe4XIFEbHeOL3zsNbIVPeH402dXt

 

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