Carta abierta a Cristián Warnken: construyendo chivos expiatorios
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Si Warnken, antes de hacer las acusaciones que hizo, se hubiera interesado por los textos de Marx, no habría omitido la referencia a las Tesis sobre Feuerbach, donde el joven Marx crítica lo que llama el “materialismo anterior”, reivindicando la subjetividad humana, sin la cual, dice, no se entiende su práctica. A propósito de esto, Marx elabora el concepto de “práctica-crítica”, es decir, consciente, guiada por el pensamiento y las subjetividades.
En
su columna de opinión del jueves 19 de diciembre del 2019, publicada
en El Mercurio, Cristián Warnken, que se desempeña como director de
la editorial de nuestra Universidad, hizo una referencia a quienes
adhieren a las concepciones de Marx. Dijo allí que para éstos “las
dimensiones culturales y espirituales del ser humano prácticamente
son prescindibles”. Para los marxistas dogmáticos, añadió, lo
espiritual es “opio del pueblo” y, la belleza estética, un “lujo
burgués.”
El
subtexto de estas afirmaciones, claramente descalificatorias,
remiten al más elemental macartismo post Segunda Guerra Mundial y
permiten colegir que esa supuesta prescindencia de lo espiritual y
de lo cultural, que Warnken atribuye a los “marxistas dogmáticos”,
se derivaría de sus referentes doctrinarios, en este caso Marx. En
cuyas “burbujas teóricas”, dichos “marxistas dogmáticos” se
encerrarían y, por otra parte, los incapacitarían “para conectar con
la realidad humana.”
Antes
que nada, cabría preguntarle a Warnken, en qué textos de Marx se
basan sus afirmaciones, según las cuales para este, “las dimensiones
culturales y espirituales del ser humano prácticamente son
prescindibles.” Como hombre que trabaja en el ámbito de la cultura,
Cristián Warnken no debería hacer afirmaciones, como las que ha
hecho, sin un respaldo documental, es decir, sin hacer referencia al
correspondiente texto de Marx. Esta falta de rigor viola una norma
fundamental de las disciplinas humanísticas, a saber, la no
descalificación gratuita. Ciertamente, esta falta no es propia del
quehacer universitario.
Si
Warnken, antes de hacer las acusaciones que hizo, se hubiera
interesado por los textos de Marx, no habría omitido la referencia a
las Tesis sobre Feuerbach, donde el joven Marx crítica lo que llama
el “materialismo anterior”, reivindicando la subjetividad humana,
sin la cual, dice, no se entiende su práctica. A propósito de esto,
Marx elabora el concepto de “práctica-crítica”, es decir,
consciente, guiada por el pensamiento y las
subjetividades. En esto Marx es
reiterativo. Sobre el mismo punto, ¿se habrá enterado Cristián
Warnken que en “El capital,” Marx, insistiendo en el rol de la
subjetividad humana, en forma de metáfora, afirma que lo que
distingue a la mejor abeja, que construye panales perfectos del peor
trabajador, que construye objetos imperfectos, radica en que este
último antes de llevar a cabo su obra la anticipa en su
subjetividad? Cristián Warnken ha de saber que con el concepto de
“subjetividad” Marx está haciendo mención al mundo espiritual en
todas sus manifestaciones. Por tanto, está sosteniendo que esta
dimensión es inherente a todo hombre o mujer y que, por lo tanto, es
imprescindible cuando se habla del fenómeno humano.
Es
posible citar decenas de afirmaciones de Marx, en las que se pone de
relieve esta faceta de su pensamiento. La consideración del mundo de
las subjetividades y de la cultura es permanente, como lo es también
entre sus seguidores más importantes. En efecto, cualquiera que se
interese en este tema sabrá que V.I. Lenin, en su polémica en contra
de la socialdemocracia de la II Internacional, criticaba a esta con
el argumento que subestimaba el factor subjetivo, es decir, el
pensamiento y la voluntad. Desde esta óptica ponía de relieve la
importancia de la teoría y de su desarrollo. “No hay práctica
revolucionaria sin teoría revolucionaria”, sostuvo al
respecto. Y,
por su parte, Antonio Gramsci -sobre el cual Cristián Warnken no
podría dejar de tener antecedentes- postulaba que la superación del
capitalismo tenía como una de sus premisas fundamentales, el
predominio intelectual y moral en la sociedad, de parte de las
clases subalternas, básicamente el proletariado. Este
predominio suponía, en buena parte, situar la política en el plano
de la cultura y poner de relieve el rol de los intelectuales y su
producción (literatura, filosofía, etc.), lo que debía ser objeto de
especial atención en los partidos anticapitalistas. También es
conocida la figura George Lukacs, otro de los intelectuales
marxistas del siglo XX, quien destaca por los aportes que hiciera en
la estética y la creación literaria, desarrollando el pensamiento de
Marx a propósito de estas problemáticas. Cristián Warnken concederá
que estos aportes son de índole claramente espiritual.
En
lo referente a Nuestra América, se puede hacer referencia a Ernesto
Guevara a propósito, entre otras cuestiones, del debate sobre los
estímulos económicos en la sociedad socialista. Sobre esto, Guevara
se manifestó a favor de aquellos estímulos de orden moral, dándole a
esta –a la moral- un rol fundamental. Por otra parte, la revista
Amauta (1926-1930), creación del pensador marxista peruano, Juan
Carlos Mariátegui, pone en evidencia la importancia que este autor
le daba a los temas culturales, a lo que cabe agregar sus
planteamientos sobre un marxismo abierto, dialogante con toda la
cultura, donde sus tesis se construyen a partir del estudio de
realidades concretas. En esta revista escribió nuestra Gabriela
Mistral, además de muchas otras figuras del pensamiento y de la
cultura latinoamericana y mundial.
En
lo que se refiere a nuestro país, Cristián Warnken debe recordar que
los fundadores del movimiento obrero chileno, desde el principio
fomentaron la cultura, no sólo fundando periódicos en la pampa
salitrera, sino también dándole lugar en ellos a la poesía, tal como
Pablo Neruda lo relata en su libro Confieso que he
vivido. Agréguese el gran peso que han
tenido las concepciones marxistas en la música chilena, incluyendo a
Violeta Parra, Víctor Jara o Luis Advis, por sólo citar a tres entre
decenas de otros notables. En la antropología, suponemos que se
avendrá a reconocer las investigaciones de Alejadro Lipchutz. En la
historiografía, las obras de Marcelo Segall, Hernán Ramírez
Necochea, Julio Cesar Jobet y Luis Vitale. En la pintura la de José
Balmes; y en la poesía, la de Pablo Neruda y Pablo de Rokha, por
citar solo algunos, con el perdón de la inmensa lista de los que,
por razones de espacio, no podemos nombrar. En este sentido, aunque
le pese a Cristián Warnken, una parte muy importante de la cultura
chilena es de inspiración marxista. Siendo así, cualquier hombre o
mujer que se desempeñe en el ámbito de la cultura lo reconoce. ¿Cómo
es posible afirmar, como lo hace Cristián Warnken, que para los
marxistas “las dimensiones culturales y espirituales del ser humano
prácticamente son prescindibles”?
Cristián
Warnken no podría negar que el pensamiento de Marx y de lo que se
denomina corriente marxista, en sus diversas tendencias, constituye
una de las vertientes más importantes de la cultura y el
pensamiento, no sólo occidental sino que
mundial. Su obra crítica es tan
importante, que ningún otro pensamiento puede dejar de hacer
referencia a él, aunque sea para criticarlo, a través de lo cual,
por lo demás, muchas veces sus críticos tienden a asumir algunos de
sus presupuestos, problemas e incluso categorías, a menudo en cierto
diálogo serio y respetuoso. En este marco, no le negamos a Cristián
Warken su derecho a emitir un juicio crítico sobre el pensamiento
marxista. Lo que le negamos es su pretensión de suponerle
características que evidentemente no le son propias y, aún más, que
son contrarias a su naturaleza más esencial, como lo demuestra el
análisis de sus textos, cosa que Warnken no hace. Prefiere demonizar
a este pensamiento presentándolo como contrario a los valores más
altos, como contrario “al espíritu”, con lo cual se lo descalifica,
legitimando así una supuesta violencia en sus partidarios, los
“marxistas dogmáticos”, como los denomina. Al respecto, cabe
mencionar a Hanna Harendt cuando en su libro Los orígenes del
totalitarismo, dice que “todos los gobiernos que planificaron
genocidios siempre comenzaron por destruir a los ojos de sus fieles
la imagen del enemigo, futura víctima”. Revísese nuestra historia
reciente y se comprenderá la vigencia de este aserto.
Cabe,
en ese marco, agregar que Cristián Warnken, en su columna del 19 de
diciembre, realiza su alegato “teórico” –claramente
descalificatorio- en lo esencial con fines de política contingente.
Fines que a nuestro juicio son de claro corte
gatopardístico. Lo que pretende es
adornar con aires “espirituales” y elevados a la terrestre operación
cooptativa que la oligarquía plutocrática, a través del actual
gobierno y sus partidos, lleva a cabo la política centrista, tal
como ya lo hiciera en 1989, cuando a través de este procedimiento
pudo consolidar por 30 años el proyecto neoliberal de la dictadura.
Lo que hoy, ante el levantamiento popular en curso, está en
desarrollo es una operación análoga. Es en función de la misma que
los intereses que la llevan a cabo califican, a través de sus
intelectuales, como contrarios al “espíritu” a quienes se niegan a
ser cooptados. ¿No se viene escuchando, con propósitos diversos,
este mismo argumento en Europa desde la Edad Media y en Nuestra
América desde la colonia?
Por
cierto que Cristián Warnken tiene todo el derecho de hablar de
política contingente y asumir las posiciones que estime conveniente.
Y no solo eso. Es saludable, es necesario, es indispensable que lo
haga, como debieran hacerlo los demás, en imprescindible debate
ciudadano, que tanto nos falta como país. Lo
que le criticamos es que en esa incursión que hace por la política
contingente descalifique en nombre de la cultura y el “espíritu” a
los que no piensan como él. Este proceder antes ya se ha verificado
en Chile y en el mundo, con los resultados consabidos. ¿Por qué
insistir en el mismo? Además, siendo Cristián Warnken una persona
que ocupa en nuestra Universidad un importante cambio en el ámbito
de las ideas, ¿puede, sin desprestigiar nuestra institución incurrir
en esta forma de proceder?
No
afirmamos que Cristián Warnken, conscientemente, tenga fines
persecutorios, que fácticamente son inherentes al tipo de
descalificaciones que ha hecho en su columna del 19 del presente.
Seguramente no persigue esos fines. Lo que decimos es que, aún sin
quererlo, contribuye a crear o difundir las premisas ideológicas y
culturales requeridas por la implementación práctica de los fines
mencionados. En este sentido, cabe hacerle un llamado, no solamente
a la seriedad intelectual que debe tener una persona que se
desempeña en el cargo que él ocupa en nuestra Universidad, sino
también a la responsabilidad moral y política.
Adscriben
este documento los siguientes académicos de la Universidad de
Valparaíso:
- Laura Cristina Carmona Soto, Fonoaudiología
- Luis Corvalán Marquez, Instituto de Historia y Ciencias Sociales
- Osvaldo Fernández Díaz, Instituto de Filosofía
- Raúl Fierro Pradenas, Instituto de Matemáticas
- Mario González Inostroza, Instituto de Historia y Ciencias Sociales
- Patricio Gutiérrez Donoso, Instituto de Historia y Ciencias Sociales
- Patricio Herrera González, Escuela de Ingeniería Comercial
- Ivette Lozoya López, Instituto de Historia y Ciencias Sociales
- Eduardo Morales Espinoza, Escuela de Derecho.
- Claudio Pérez Silva, Instituto de Historia y Ciencias Sociales
- Rolando Rebolledo Berroeta, Instituto de Ingeniería Matemática. Premio Cátedra Presidencial.
Suscriben
también, desde otras instituciones:
- Rolando Álvarez Vallejos, historiador, USACH
- Jorge Arrate Mc Niven, abogado y economista, UCh
- Andrés Brignardello Valdivia, profesor y subdirector del Liceo Artístico Guillermo Gronemeyer de Quilpué
- Manuel Cabieses Donoso, periodista, ex- director de la revista Punto Final
- José Cademartori Invernizzi, ingeniero comercial, UCh
- Leila Cárdenas Quilagayza, ingeniera agrónoma, UCh.
- Alexis Cortés Morales, académico, Departamento de Sociología, UAH.
- Jorge Coulon Larrañaga, músico, grupo Inti Illimani
- Igor Goicovic Donoso, académico, Departamento de Historia, USACH
- Juan Carlos Gómez Leyton, académico, Departamento de Psicología, UPLA
- Jorge Gonzalorena Döll, sociólogo, UCh
- Carolina Lagos Aguirre, investigadora, Centro Interdisciplinario de Ingeniería, PUCV.
- Miguel Lawner Steiman, arquitecto, Universidad de Chile. Premio Nacional de Arquitectura
- Héctor Morales Henríquez, escritor y poeta, Sociedad de Escritores de Chile
- Claudia Rojas Mira, investigadora, Asociación de Investigadores/as en Artes y Humanidades.
- Claudia Rojas Pavez, académica, Departamento de Estadística y Econometría, UTM.
- Guillermo Teillier del Valle, profesor y escritor, Diputado de Chile
- Cristóbal Videla Hintze, director del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren
- Manuel Riesco Larraín, economista e investigador, CENDA
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