JOSÉ CARRASCO TAPIA “SOY PERIODISTA” (María Eugenia Camus, Cheña )
JOSÉ CARRASCO TAPIA “SOY PERIODISTA” (María Eugenia Camus, Cheña )
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JOSE CARRASCO
TAPIA
“SOY
PERIODISTA”
A 33 años de su asesinato
en manos de la CNI.
Vivimos tiempos oscuros
marcados por el aumento de noticias falsas, operaciones
de prensa, grandes poderes económicos que se adueñaron de los medios
en Chile, como nunca antes se vio en nuestra historia. Por eso duele
y se siente más profundamente el gran vacío que dejó Jose Carrasco
Tapia, el Pepone, asesinado por la CNI en la madrugada del 8 de
septiembre de 1986, como venganza por el atentado contra el atentado
contra Augusto Pinochet.
Quiero recordar
pinceladas de ese Pepe periodista que tenía el periodismo en la
sangre, en la cabeza y era parte de su identidad. Su alma estaba
dividida: por un lado, esta pasión por su profesión y por otro, su
férreo compromiso político que cristalizó en su militancia y trabajo
en el MIR. Para él ambas opciones no se contraponían, sino que era
su respuesta al compromiso social que tuvo desde
pequeño
Lo conocí en el 68,
cuando yo entraba y él salía de la escuela de Periodismo de la
Universidad de Chile, pero la vida nos juntó como colegas y también
en la estructura de periodistas del MIR de los 70, proyecto que
lideró junto a Gladys Díaz. En esos tiempos todos, además de estar
en política, trabajábamos en distintos medios. Pepe en Punto Final y
en el Canal de televisión de la Universidad de Chile, hoy
Chilevisión; Gladys en la radio Agricultura, de propiedad de la Sociedad
Nacional de Agricultura y yo en la Editorial Quimatú, como jefa de
Informaciones de la Revista Juvenil “Onda”. Un sueño maravilloso e
irrepetible.
Como periodistas
queríamos participar y cubrir los grandes hechos de esos tiempos
donde la adrenalina, el entusiasmo y las ganas de difundir todo lo
que pasaba llenaba
nuestros días. Uno de ellos fue la visita de
Fidel Castro a Chile que duró un mes, desde el 4 de noviembre hasta
el 4 de diciembre de 1971. Era noticia de la que no podíamos estar
ausentes.
Sin viáticos, ni pasajes
con el Pepe decidimos seguirlo hasta e hicimos nuestra propia
travesía del desierto en un viejo auto de unos
colegas argentinos a quienes el Pepone convenció para que nos
llevaran de pasajeros. Incansable, le hizo el peso a la vitalidad y
energía de Fidel en los largos recorridos por Chuquicamata, las
salitreras abandonadas y el árido desierto. Cubrió todas las
exhaustivas actividades y participó como capitán del equipo de los
periodistas en un partido de basketball contra el equipo de los
cubanos liderados por Fidel. Le reclamó duramente al “Comandante”
cuando este metió un foul a uno de los colegas chilenos, lo que
causo estupor en la guardia del líder cubano. Ganó el partido, pero
le concedió generosamente un empate al visitante isleño.
Y en medio de todo eso,
nunca dejó de despachar sus notas, para Punto Final las que escribía
en un cuaderno arrugado que metía en su bolsillo y que
milagrosamente nunca se le perdió.
En esos intensos años
siempre se las arregló para cumplir con sus responsabilidades como
dirigente del MIR, sin nunca dejar de escribir en Punto Final. El
día del Golpe, junto a un grupo de periodistas diseñó una suerte de
agencia informativa a través de una cadena telefónica donde cada uno
debía entregar e intercambiar las informaciones que recibiera y que
después fueron enviadas a los corresponsales extranjeros ya que la
mayoría de los medios en que trabajábamos fueron clausurados ese
día.
Cuando levantaron el
toque de queda, fue a buscar a Manuel Cabieses, su jefe en PF para
llevarlo a lugar seguro. La esencia reporteril de ambos pudo más que
la cautela y decidieron irse a dar una vuelta al centro y llegar
hasta La Moneda. En calle Santa Lucía se encontraron con un
control militar y uno
de los uniformados reconoció a Cabieses y lo detuvo. El Pepe se
salvó en esa oportunidad. No por mucho tiempo.
A fines de 1974, la DINA
llegó hasta su caza y después de una balacera donde perdió la vida
su compañera Vania, lo detuvo y lo traslado a Villa Grimaldi donde
padeció el calvario de muchos y fue testigo de la detención y
torturas de sus amigos y compañeros que corrían la misma
suerte.
En julio de 1975, cuando la
dictadura puso en marcha la Operación Colombo, publicando el nombre
de 119 detenidos desaparecidos como muertos en enfrentamientos en
Argentina, los presos sobrevivientes del campo de detención de
Puchuncaví, entre los que estaba el Pepe, resolvieron denunciar esta
siniestra mentira y se declararon en huelga de hambre, sin temor a
la situación en que se encontraban y a las duras represalias que
caerían en su contra.
Yo trabajaba entonces en
el Comité Pro-Paz y recibí un mensaje escrito en un papel de
cigarros, arrugado pero que estaba escrito de puño y letra del
Pepone: era la declaración del inicio de la huelga y una instrucción
perentoria: Despachar urgente a los medios nacionales y extranjeros.
De ese modo y mientras duró la huelga, sus despachos llegaron
permanentemente hasta que la noticia que había adquirido importantes
ribetes en el exterior rebotó en Chile y la dictadura tuvo que
reconocer que algo estaba ocurriendo y “prometer” una investigación
de lo denunciado, resultado que hasta ahora los familiares
esperan.
En su exilio en Venezuela
y México, junto a su labor política, el Pepone siguió trabajando
como periodista a tiempo completo. Creo la AIR (Agencia
Internacional de la Resistencia) que difundía toda la actividad que
la oposición realizaba en Chile. Participó y lideró múltiples
campañas de solidaridad para apoyar a la prensa opositora chilena y
a los periodistas que trabajaban en esos medios, hasta que pudo
concretar su sueño más anhelado: volver a Chile en
1984.
Su gran alegría fue
recuperar el ejercicio de su pasíon como Editor Internacional de la
revista Análisis donde abrió un espacio al que llegamos varios de
nosotros que por esos años retornábamos a nuestro
país.
Se vinculó activamente al
Colegio de Periodista y fue elegido uno de sus Consejeros en los
duros años 80 donde la censura y la clausura eran pan de cada día.
De su activa presencia en marchas, protestas y acciones
antidictatoriales dan
cuenta muchas fotos, videos y registros de ese tiempo. Sin temor,
sin siquiera pensar que era seguido y considerado peligroso, jamás
dejó de estar en primera línea de esta lucha contra la dictadura.
En agosto de 1987, el
Pepe recibió amenazas de muerte. Juan Pablo Cárdenas y Fernando
Paulsen, Director y Subdirector de ANÁLISIS, lo convencieron de que
saliera unos días fuera del país. Yo vivía en esos tiempos en Buenos
Aires pues a mi marido, ex preso político no lo dejaban entrar a
Chile. Recibimos un llamado de Paulsen que anunciaba que nos
mandaban una “encomienda” y que debíamos ir a buscar personalmente
al aeropuerto. Era el Pepe con quien pudimos compartir lo que no
sabíamos serían sus últimos días.
Preocupado y angustiado
porque su pareja Silvia Vera estaba enferma y sus tres hijos lo
necesitaba, decidió volver a Santiago el 6 de septiembre, dos días
antes del atentando contra Augusto Pinochet. Ese domingo estaba en
su casa cuando las radios y la televisión interrumpieron la
tranquila tarde de domingo interrumpieron sus trasmisiones para dar
la noticia. Su esencia de periodista lo puso en movimiento y se
sucedieron los llamados a la revista, editores poniendo un sentido
de urgencia a la cobertura. Plateó que había que ir a la imprenta y
cambiar la portada de la edición que salía a los kioskos ese 8 de
septiembre. No era fácil, pero insistió y no cejó en su empeño hasta
que tuvo que darse por vencido. No podía soportar que su medio no
saliera al día siguiente con la noticia más importante de los
últimos años. En ningún momento pensó en su seguridad o que corría
peligro. Tampoco aceptó cuando le sugirieron que no durmiera en su
casa esa noche.
Lo que no supo es que los
criminales de la CNI habían firmado su sentencia de muerte para
vengar el atentado de su líder. Cuando echaron abajo la puerta de su
casa y se dio cuenta de lo que venía solo les gritó : “Soy
Periodista”. Fue lo último que escucharon su mujer y sus hijos. Y se
los volvió a gritar antes de ser acribillado: “Soy Periodista”. Ese
8 de septiembre no hubo portada de Análisis, clausurado ni de otro
medio opositor. Pero los medios chilenos y extranjeros llevaron un
doloroso titular: el
cobarde asesinato del periodista José Carrasco
Tapia.
Ser periodista es una
pasión, una vocación y una labor social. Si hacemos bien nuestro
trabajo, fiscalizamos al poder, no importa lo fuerte o protegido que
esté, la verdad sale a la luz, se impone y se genera una corriente
de opinión que provoca cambios.
El mejor homenaje a
nuestro querido e inolvidable Pepe en estos tiempos difíciles donde
se cierran medios, aumentan los despidos y reaparecen las amenazas,
es mantener en alto su
legado y no olvidar que el periodismo con ética, rigurosidad y mucho
trabajo es una poderosa herramienta en nuestras manos con a que
podemos contribuir a construir un país
mejor.
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