El modelo intocable. Editorial Revista Punto Final, Nº 890.
Editorial
Revista Punto Final, Nº 890.
El domingo 17 de diciembre tendremos la séptima elección presidencial del periodo de transición a la democracia. Se ignora cuál de los candidatos resultará electo presidente de la República. Al parecer esta nueva “fiesta de la democracia” -como suelen calificarla los políticos-, tendrá un final muy estrecho. En cambio, se puede afirmar con absoluta certeza que el modelo neoliberal -que instauró la dictadura mediante el terrorismo de Estado- continuará siendo la piedra angular del sistema que rige en Chile.
El
modelo de economía de mercado -en rigor, “el sistema”- tiene que ver
no solo con el manejo mercantilista y deshumanizado de la economía.
Es mucho más: incursiona también en los terrenos de la conciencia
colectiva y en el modo de vida de los ciudadanos a los que cautiva
con el consumismo y esclaviza con el endeudamiento. El modelo es el
pivote que sostiene la institucionalidad a través de una
Constitución Política ad
hoc. La arquitectura institucional autoritaria permite que las
miasmas del modelo contaminen las leyes, las relaciones sociales, la
cultura y los hábitos de vida de la población. Los instrumentos
pedagógicos y mediáticos tributarios del modelo, se encargan de
conformar la corriente de opinión necesaria para elegir
“democráticamente” a las autoridades y someter los intereses
colectivos a los de una minoría.
Para
llegar a este punto en que un sistema económico-social oligárquico
se ha hecho hegemónico, fue necesario un proceso de destrucción de
la Izquierda y de su ideario de solidaridad, igualdad y justicia
social. La aplicación simultánea de represión a los trabajadores y
de vía libre a la oligarquía para que modelara un nuevo sistema
económico, social y político, constituyó una contrarrevolución en
que las fuerzas armadas y policiales fueron utilizadas -una vez más-
como verdugos del pueblo.
Chile
lleva más de 40 años gobernado por una minoría cada vez más reducida
que actúa a través de las instituciones, los partidos políticos, los
medios de desinformación, etc. En los hechos, el poder reside en una
plutocracia cuyas ganancias se han visto incrementadas en forma
brutal en el último cuarto de siglo. Chile ha alcanzado de esta
manera niveles de desigualdad social que lo ubican entre los países
más injustos del mundo.
La
administración reformista de la presidenta Bachelet no ha sido una
excepción en esta línea de gobernar para los ricos. Las ganancias
operacionales de las principales empresas privadas alcanzaron a 15,3
billones de pesos en 2015 y subieron a 16,5 billones en 2016, lo que
significó un aumento de 8,2%, según la Superintendencia de Valores y
Seguros (ver cuadro estadístico en esta página). Las ganancias han
crecido a tasas más bajas en este periodo. Esto se debe a la
ralentización de la economía y no a que las políticas públicas no
hayan favorecido suficientemente a los empresarios.
El
capital financiero, entusiasta protagonista del modelo, goza de
excelente salud. Los bancos tuvieron tres mil millones de dólares de
ganancias entre enero y octubre de este año, un incremento del 8,15%
en relación al mismo periodo del año pasado.
En
definitiva, la desaceleración de la economía la pagan los
trabajadores. Así lo demuestra el reajuste de 2,5% nominal en los
salarios del sector público. Durante este gobierno el reajuste real
total llega sólo al 1,61%, muy inferior a lo otorgado en periodos
anteriores. Ese abuso se puede cometer con impunidad porque los
trabajadores carecen de una organización sindical independiente y
leal con los intereses de los asalariados. Los partidos de la Nueva
Mayoría, a su vez, han callado para no dañar sus intereses
electorales.
El
empresariado no se equivocó en 2014 cuando hizo importantes aportes
a la campaña electoral de Michelle Bachelet. Los empresarios
conocían perfectamente el programa reformista de la candidata de la
Nueva Mayoría. Sus objeciones y críticas posteriores se refieren más
bien a aspectos formales que al contenido de las reformas. La
oligarquía está consciente que el modelo necesita modernizarse para
consolidar su dominación. El programa del candidato Piñera busca
legitimar la hegemonía del modelo. Su objetivo en lo político es
construir una derecha liberal que pueda atraer a sectores
decepcionados de la Nueva Mayoría. En lo económico se propone
alcanzar tasas de crecimiento que permitan generar ganancias mayores
al empresariado del que él forma parte.
El
proyecto de la derecha se ve facilitado por la ausencia de una
alternativa de Izquierda que desenmascare el modelo neoliberal. El
candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, se propone
profundizar y perfeccionar las políticas del actual gobierno, lo
cual equivale a mantener la economía de mercado y sus consecuencias
sociales. De modo que el 17 de diciembre el modelo instaurado por la
dictadura no se verá impugnado.
Levantar
una alternativa democrática y popular mayoritaria costará muchos
esfuerzos. Al desprestigio de la política y de los partidos, se
suman otros obstáculos. Entre ellos el efecto negativo que -por
falta de una autocrítica sincera en la práctica- tuvo el desastroso
final de los “socialismos reales”, que ha demonizado hasta la
palabra socialismo. Otro factor en la desconfianza hacia la política
y los partidos es la corrupción. No se trata de un fenómeno nuevo,
pero ahora ha alcanzado niveles insospechados. Afecta a las más
altas cumbres de las instituciones civiles y militares, y deja en
evidencia la complicidad de la política con los negocios. La
construcción de una alternativa tendrá que hacerse cargo también de
la penosa realidad que viven miles de familias por la masificación
de la droga y la delincuencia. Estamos en presencia de una sociedad
enferma que necesita recrear valores para recuperar su dignidad y
luchar por sus derechos.
La
distancia entre la realidad que vive la mayoría de los chilenos y la
política, es sideral. Un indicador elocuente es la abstención
electoral que señala la falta de un actor político-social capaz de
movilizar millones de voluntades.
La
destrucción de principios y valores humanistas y solidarios
constituyen los triunfos vergonzantes del sistema que saldrá airoso
el 17 de diciembre.
Otra
vez se han soslayado asuntos tan importantes como la recuperación de
las riquezas naturales y de las empresas del Estado privatizadas por
la dictadura; la justicia tributaria; los salarios y pensiones
miserables; el trabajo precario; las jornadas laborales excesivas;
la política exterior, sumisa a los dictados del Departamento de
Estado y lejana de la solidaridad latinoamericana. No hay asomos
tampoco de rectificación en la política racista y represiva contra
el pueblo mapuche, que desde 1990 ha cobrado la vida de catorce
comuneros mapuches y que bajo este gobierno ha utilizado la Ley
Antiterrorista y ha intentado el siniestro montaje de la Operación
Huracán.
La
consolidación del modelo neoliberal constituye un desafío para los
que no aceptamos someternos a la injusticia. Es una tarea para una
nueva Izquierda política y social despojada de dogmas y sectarismo.
Capaz de acometer una revolución cultural que desplace de la
conciencia colectiva los antivalores del neoliberalismo.
PF
Editorial
de “Punto Final”, edición Nº 890, 8 de DICIEMBRE 2017.
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